Cultivos varias veces centenarios, fuente de trabajo y único ingreso para miles de familias, plantar un olivo implica un pacto intergeneracional: un adulto que planta un gajo de un olivo sabe que éste dará aceitunas óptimas recién a partir de los 15 años, y en muchas ocasiones recién a los 25 años.
Plantar un olivo es una apuesta a la vida, a una forma de vida.
El olivo crece como aquejumbrado, se retuerce sobre si mismo, soporta amplitudes térmicas extremas, se aferra a la tierra con raíces extendidas y que profundizan hasta 4 metros.
Si bien el nombre de la planta, olivo, es de origen latino e indoeuropeo, el nombre de su fruto, la aceituna, es de raíza semítica: zait en árabe, zeit en hebreo (
זית) Su pronunciación, según las regiones, es igual.
En 1979 el entonces
Ministro de Agricultura de Israel, Ariel Sharón, iniciaba la fumigación
sistematica con veneno de plantaciones de olivo en los
territorios palestinosocupados por ese país en 1967.
La práctica de arrancarlos, aplicada esporádicamente por Israel en los t
erritorios palestinos ocupados en 1948, fue perfeccionada con la implementación de la
manu militari en un territorio deseado por los ocupantes, con la desventaja de estar poblado por habitantes indeseados.
El resultado, a casi medio siglo de aquella segunda ocupación, puede verse
acá: