Bella Ciao, una versión "pulenta pulenta"

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Multimedia

La recuperación de los mecanismos democráticos para la elección de gobernantes en 1983 significó la reaparición de espacios para la difusión de ideas que la censura dictatorial, por una parte, y la connivencia de parte del periodismo con la dictadura, por otra, habían cercenado durante años. Cierto es también, que incluso en períodos de relativa vigencia de los derechos constitucionales la prensa argentina fue objeto de presiones más o menos intensas, persecuciones e intentos de domesticación abiertos o velados.
El fenomenal proceso de concentración del capital que se produjo en los últimos 35 años no dejó afuera a los medios de comunicación. Es así como vimos la formación de gigantescos "Multimedia" que, montados en la generalización de las nuevas tecnologías de comunicación e informáticas, extendieron sus redes a todo el ámbito nacional convirtiendo la comunicación en un verdadero oligopolio integrado vertical y horizontalmente.

La alianza estrecha de estos "Multimedia" con los grandes capitales que controlan la economía argentina decide el perfil de sus intereses permanentes. El apoyo más o menos desembozado hacia alguna expresión política puede responder a intereses coyunturales, pero estructuralmente los "Multimedia" son el departamento de marketing y publicidad del gran capital, en su faz discursiva, y su canal de expresión editorial en la reflexiva.
La permanencia de medios de comunicación independientes de los dictados del capital se torna cada vez más problemática, debiendo luchar contra todo tipo de intentos de acallar su voz.
Una manera de disfrazar la comunión de intereses empresarios entre los "Multimedia" y las fracciones del capital más concentrado fue la difusión de actitudes de "denuncia", generalmente de maniobras de corrupción por parte de funcionarios estatales. Esta práctica - la denuncia - no reprochable en sí, es utilizada como ariete en la avanzada contra la claudicante clase política argentina y fundamentalmente los organismos colegiados parlamentarios, a los cuales se acusa de ser la causa de los males del país. La miserable verdad oculta tras esta aparentemente valiente actitud es que a los parlamentos se los ataca no por sus vicios - que los tienen - sino por sus virtudes, que son las que exasperan a los dueños del capital. La crítica contra la corrupción oculta la necesidad de anular los controles parlamentarios, rara vez aplicados, pero potencialmente molestos a las demandas del capital, siempre ávido de superiores márgenes de rentabilidad obtenidos por leyes y decretos que sostengan los rendimientos decrecientes de la tasa de ganancia.
Ante tal cuadro de situación es cuando adquieren multiplicado valor los intentos por hacer escuchar otras voces. La utilización de herramientas tecnológicas novedosas puede abrir caminos en la tarea de llevar información y opinión alternativas para contrarrestar la intoxicación y desinformación que nos bombardea cotidianamente. Pero, aún el modesto éxito que algunas propuestas caracterizadas por su valentía y compromiso con la verdad puedan obtener, es intolerable para los defensores de las clases dominantes, y sus patrocinadores.

Este blog, objeto del despiadado "ninguneo" de comentaristas, es un ejemplo de esto. 
 

martes, 17 de diciembre de 2013

Dura Lex, sed lex.






Un día de invierno de 2008 Joseph K., entró a un supermercado “Tag”, pidió dos cortes de carne tipo “tzipele”, de 27 pfennings, y cuando llegó a la caja dijo que no tenía dinero.
Mejor que devuelva la mercadería”, le advirtieron. Pero Joseph K., desocupado, delgado, tuerto y sin antecedentes penales, apoyó una bandejita en el mostrador y se escondió la otra entre la ropa. Una empleada se dio cuenta de la algo burda maniobra, y llamó a la policía.
Mientras lo llevaban detenido, bajo la intensa nevada, dijo que él y su hijo llevaban una semana a puro té sin azúcar. Cinco meses después fue procesado por tentativa de hurto. Cuatro años más tarde, un tribunal oral lo condenó a 15 días de prisión en suspenso y a pagar las costas. Para eso se basó en las mismas pruebas que había dos semanas después del hecho. En total intervinieron once jueces en distintas instancias, cuatro fiscales y cinco defensores.

Veinte abogados, cuatro años.

Veinte abogados, cuatro años.
Veinte abogados, cuatro años.
Veinte abogados, cuatro años.


Al final del camino, Joseph K. fue afortunado: la Cámara de Casación lo absolvió en un fallo que fue autocrítico con el funcionamiento irracional, burocrático y discriminatorio del Poder Judicial. Tuvo suerte porque en otras ocasiones, la propia Casación – con otros jueces - confirmó condenas insólitas, desde el robo de 9 pfennings en monedas de un teléfono público, un estuche de cámara de fotos y hasta un apflestrudel.
Un ejemplo célebre de un caso insignificante fue el de la denuncia del ex juez Gregorio Samsa contra el detenido que le arrebató un sandwich del escritorio, y se lo comió, para agravar su causa.

Acá: click

martes, 19 de noviembre de 2013

Polémico


"Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta"
Que algo sabía de intervencionismo, digamos al paso.
Poco más para decir, que para las críticas ya se regodean en La Nación y el GDA.
Y ya que estamos, la alegría desbordante de los eternos enemigos del pueblo debería llamar a reflexión a quienes salen a "despegarse".


martes, 29 de octubre de 2013

¡Hola TN! ¿Querés saber que va a hacer Clarín? Mirá acá abajo...

"En cumplimiento del fallo -que cuestionó tanto la implementación de la ley como la actuación de la autoridad de aplicación- el Grupo Clarín exigirá, en las instancias correspondientes y previo a cualquier otra medida, que las mismas se adecúen a los principios constitucionales de imparcialidad, independencia y solvencia técnica, señalados por la Corte. Además, y también de acuerdo a lo expresado en la sentencia, el Grupo Clarín continuará defendiendo judicialmente cada una de sus licencias vigentes y legítimamente adquiridas."

No faltarán jueces que paren cada medida que tome la Autoridad de aplicación de la Ley, todo - naturalmente -  dentro de la Ley y la Constitución.

Lamento arruinarles alguna algarabía, muchachos, pero el desfile de constitucionalistas por TN y canal 13 ya te lo anuncia.
Salute !

lunes, 21 de octubre de 2013

Recién ahora veo claro





Ahora te lo puedo contar. Vos sabés bien que yo nunca fui de hablar mucho, si hasta mi mujer dice que es más fácil sacarme una muela que una palabra. Pero lo de Angelito lo tengo acá, no sé si me entendés, es muy fuerte, hace más de diez años, bueno, justo doce ¿No? Y ahora con lo del accidente me viene todo a la memoria y necesito contárselo a alguien, por eso de compartir, de descargarse ¿No? Como dicen los psicólogos, de verbalizarlo ¡Qué sé yo! La verdad es que durante mucho tiempo me sentí - ¿Cómo explicarte? - un poco culpable. Vos sabés que con Angelito siempre fuimos como hermanos, a todas partes juntos, hicimos los cinco años en el Politécnico en la misma división, después el prefirió meterse en las cosas más teóricas, vistes que siempre le decíamos que tenía un cerebro de calculadora, ¿No? Yo en cambio seguí para Técnico Constructor, si mi viejo era albañil. Bueno, la cuestión es que a Angelito se le dio por la física, si hasta sacar el doctorado no paró. Siempre fue un bocho el hijo de puta. La verdad es que yo me recibí medio de pedo, y cuando terminé nunca más agarré un libro, Angelito, incluso me ayudaba con las materias más jodidas. Bueno, tampoco soy una bestia ¿No?, pero me acuerdo, por ejemplo, que tenía un examen, yo, no Angelito, y no podía parar de persignarme antes de entrar a rendir, y Angelito me decía, "Si estudiaste, ¿Para qué te persignás?, y si no estudiaste, ¿Para qué te persignás?" así, pero no por descreído, o - qué sé yo - por ateo. Es que el tipo siempre fue un racionalista y decía que mis cábalas eran pura superstición. Vistes que yo siempre fui muy cabulero, ¿No? Me acuerdo que íbamos por la calle y el muy guacho pasaba a propósito debajo de una escalera, y se me cagaba de risa en la cara, por que yo le decía que no había que tentar al diablo, eso que siempre me decía mi vieja, ¿Te acordás?
Bueno, la cuestión es que para el mundial del '90, vistes que se hablaba de la mufa, del que te dije, y lo de las cábalas estaba en boca de todos, yo, por ejemplo, siempre tomaba el café con la mano izquierda ¿No? En casa nos reuníamos a ver los partidos con la "Chancha Gutiérrez" y el "Pajarito Giardinelli". El pajarito siempre se ponía la misma campera, y se sentaba medio de costado al televisor, cuando jugamos contra Brasil se hizo un nudo con las dos puntas del cuello de la campera, de los nervios, ¿No? Y bueno, cuando Caniggia lo deja arrastrándose por el piso a Taffarel el pájaro va y dice que si aguantamos hasta el final del partido no se desata el nudo hasta la final, y era para mearse de la risa verlo al pajarito ponerse y sacarse la campera sin desatar el nudo, si hasta casi se cae tratando de sacarse la campera, y lo puteaba de arriba abajo a la Chancha que le decía que no se arrime a la ventana a ver si le pasaba como al personaje ese de un cuento, no sé si de Borges, o de Cortázar, que se mientras se ponía un pulóver va y se cae por la ventana abierta. Bueno, vistes que la Chancha es de leer mucho, así que él siempre te relaciona todo con los libros, la cuestión es que ya nos tenía medio podridos por que a cada pelota que los "brasucas" metían en los palos la Chancha se ponía a darnos una conferencia sobre nuestro "destino sudamericano", y boludeces por el estilo. Se ponía serio la Chancha y decía que la alegría es brasileña, y que nosotros somos muy melancólicos, muy tangueros, qué sé yo, pero al final cuando va el negrito ése, Miller, creo, y yerra el gol justo sobre la hora, la Chancha se levanta y empieza a putear duro y parejo, y salió al balcón como loco y empezó a gritar que les rompimos bien el orto, como loco estaba la chancha.
Te acordás que por esos días todos andaban hablando de las cábalas, y de los calzoncillos rojos, y nos poníamos siempre en la misma posición para ver el partido, ¿No?
Bueno, resulta que después del partido con Italia, cuando el Goyco le ataja el último penal al tano ése, Seregni, o Serenelli, no sé, no importa. Bueno, al otro día se me ocurre ir a verlo a Angelito, para tomar un café y hablar un rato al pedo, aparte me acordaba que el viejo de Angelito es tano, y seguro que andaba medio triste por Italia, como mi viejo, que se callaba la boca, pero por dentro quería que ganara Italia, así que me voy para allá, a la tardecita, y lo llevó al Alejandro, el pibe mío, que tendría por esa época, esperá que te digo, ahora anda por los 21, ¡No!, 22, así que tenía 10 años, y sabía ir a jugar con los mellizos de Angelito, Horacio y Gustavo, que tienen un año menos, a propósito el otro día lo vi al Horacio, y está hecho una bestia, creo que mide como dos metros y juega al rugby, en "Los Buitres de la Sexta". La cosa es que Angel estaba en el fondo, creo que arreglando las plantas, vistes que es medio loco con eso. Yo entro y los mellizos estaban sentados y arriba de la mesa había plastilina, y goma de pegar, esas cosas, como de la escuela, ¿No? Entonces me arrimo y les pregunto qué estaban haciendo. Bueno, el Horacio me cuenta que hacían muñequitos de plastilina con la figura de los jugadores alemanes, y le ponían el nombre. Y yo, de boludo nomás, les pregunto para qué, y entonces el Gustavito le grita a Angel, que venía del fondo, que traiga las espinas del rosal para clavarlas a los muñecos.
¡Uy, cómo me cagué de la risa! Me revolcaba, te juro. Y Angel venía con las espinas en la mano, me mira y me dice que de qué mierda me río, que lo hacía por los chicos, que habían empezado después del partido con Camerún, y que él por supuesto que no creía en esas pavadas, a ver si a la vejez se le iba a dar por la brujería, y que si yo pensaba que él creía en esas cosas era por que no lo conocía después de tantos años y que me podía ir a la concha de la lora. Y ahí no va que el Gustavito, el menor de los mellizos, bah, el menor no, digo, el más chiquito, se larga a llorar y le dice que si él no creía entonces por qué les había dicho que había que hacerlo con las espinas del rosal y no con alfileres, como les había dicho la Poli, que me parece que es la vecina de Angel, la de rulos, ¿Vistes?, y en eso llega Mabel, la mujer de Angel. Y, vos no me vas a creer, pero Mabel le dice que entonces por qué él el día del partido con Yugoeslavia se la pasó hablando de que en el cerebro humano había zonas inexploradas y que había cosas de las cuales la ciencia no podía dar cuenta. Mirá, te juro que la cara que tenía Angel era para una foto, era para ponerse a llorar, te juro.
Y esto nunca se lo conté a nadie, incluso después cuando nos veíamos con Angel, con la familia, o solos, nunca hablamos de eso, era como un pacto de silencio ¿No?
Bueno, la cuestión es que Angel agarró todos los muñequitos de arriba de la mesa y los tiró todos a la mierda, se puso como loco, nunca lo vi así. Trajo un balde para la basura y tiró todo adentro, y decía que él nunca había creído en esas estupideces, y que en su casa nadie se iba a poner a hacer brujerías, que para algo él le había dedicado la vida a comprender las cosas, y tratar de explicarlas racionalmente, y que, de última, era un científico, doctor en física, y no iba a aceptar que en su casa se hicieran esas cosas.
Se hizo un silencio, te juro que nunca se escuchó menos, si hasta el Gustavito, el menor de los mellizos, se calló la boca, vistes. Alejandro, el nene mío, me miraba con una cara que estaba blanco, el pobre. Bueno, a mí no se me ocurrió nada en ese momento, la cosa era como una bronca familiar ¿No? Así que dije una boludez, como que tenía que ir al Supermercado, o algo así, y me las tomé.
Bueno, vos no me vas a creer, pero hasta ahora nunca le conté esto a nadie, el Alejandro creo que ya ni se acuerda, a lo mejor no terminó de entender, vistes.
Y ahora, con lo del accidente ¿No? Es cómo que me vino todo a la cabeza de nuevo, y también por el mundial, claro. Y recién ahora veo claro, recién ahora me doy cuenta, después de 12 años, parece mentira. ¿Entendés? Ese día Angel tiró todos los muñequitos, así que no siguieron clavándoles las espinas, y, ¿Entendés? ¿Te das cuenta?
Dejaron de hacerlo, los muy boludos, no le pincharon las piernas a Brehme, y ¡Perdimos la final!

Udi, mediados de 2002.

 

domingo, 20 de octubre de 2013

Volvimos, hijos queridos...


Todo pasa, la política, la plata, la salud y hasta los campeonatos van y vienen.
Lo permanente es que volvimos a demostrar quién es el dueño, patrón y alma de la ciudad.
El clásico mas caliente del mundo tiene dueño, y es -como no podría ser de otra manera - el canalla.
Volvimos, hijos queridos, y - nobleza obliga - hay que agradecerles que hayan venido y no se hayan ido...


viernes, 4 de octubre de 2013

Checos y argentinos, tan distantes, y tan parecidos...

Me encantó la nota. Es que amo a la gente que ¿pierde? el tiempo en las tabernas.

La ciudad que perdía el tiempo

Por Juan Forn

En lo alto del parque Letná en Praga hay un metrónomo gigantesco, pintado de rojo y visible desde cualquier parte de la ciudad. La mitad del tiempo la aguja está inmóvil: el aparato gasta una fortuna en electricidad y el municipio no consigue sponsors que paguen la cuenta, pero a los praguenses les gusta igual, han tenido siempre fama de perder el tiempo en las tabernas, de hacer todo con retraso. Cuando Stalin cumplió setenta años, en 1949, todos los países socialistas homenajearon puntualmente al Padrecito de los Pueblos pero los checos se atrasaron con la estatua que querían erigir en su honor. Para congraciarse con Moscú no les quedó otro remedio que prometer el monumento más grande erigido nunca en honor a Stalin. Se alzaría en la colina del parque Letná y sería la primera visión de la ciudad que tuviera todo aquel que llegara a Praga. Llamaron a concurso pero se presentaron sólo cuatro proyectos, así que el ministro de Propaganda obligó a todos los escultores de la ciudad a presentarse voluntariamente. El más ilustre de ellos, el viejo Karel Pokorny, presentó un Stalin con los brazos abiertos como un cristo, para no ganar. Otokar Svec no podía darse ese lujo: necesitaba adecentar su currículum; un año antes le habían tirado abajo una estatua que había hecho de Roosevelt y tenía un pasado de vanguardista, necesitaba congraciarse con el nuevo orden. Otokar no quería ganar, le alcanzaba con quedar segundo para limpiar su legajo, pero tuvo la desgracia de que eligieran su proyecto.
El Stalin que debía hacer tendría la altura de un edificio de diez pisos. En una mano llevaba un libro y la otra la apoyaba contra el pecho. A su lado marchaban, abriéndose en cuña, un obrero, una muchacha y un soldado. Los del lado izquierdo eran soviéticos, los del lado derecho eran checos. En el proyecto original sólo acompañaban a Stalin los dos soldados, pero el ministro dijo que parecía que se lo estaban llevando detenido e hizo agregar las otras figuras. También pidió que Stalin fuera más alto, aunque transgrediera las proporciones del conjunto. En realidad, sacó una navaja del bolsillo y cercenó las cabecitas de los comparsas en la maqueta en arcilla que le había presentado Svec. El escultor comprendió la metáfora: él mismo era comparsa en el proyecto; mucho más importantes eran los arquitectos. Había que hacer una gigantesca base subterránea de hormigón a la estatua para que la montaña no se derrumbara; había que reforzar el asfalto de los caminos desde las canteras de Liberec para que resistieran el paso de los enormes camiones rusos portatanques que irían trasladando los bloques de granito que conformarían la estatua; y había que apurarse para que el monumento estuviera listo de una vez. Pero eran checos: Stalin se murió y ellos no habían terminado todavía.
Tardaron seis años en lugar de dos. La i-nauguraron con fastos el 1º de mayo de 1955. Kruschev ni se molestó en ir; Stalin ya empezaba a ser mala palabra. Meses después vendría su famoso discurso del XX Congreso condenando los errores del Padrecito de los Pueblos y prohibiendo el culto a la personalidad. En todas las ciudades del bloque socialista se apuraron a cambiar los nombres de plazas, calles, montañas y ciudades dedicadas a Stalin. Pero sacar la enorme estatua del parque Letná no era tan fácil: había sido construida para que durara para siempre. Y, además, era obra de todo el pueblo checoslovaco. Eso dijo el ministro de Propaganda cuando la inauguró y eso hizo poner en la placa. Un par de horas después, en las tabernas de Praga, los parroquianos se felicitaban unos a otros por lo bajo, por la responsabilidad que les cabía en aquel retablo que simbolizaba a la perfección las colas para recibir carne, el día de la semana que había carne en los mercados de Praga. El nombre de Otokar Svec no se mencionó en todo el acto. Tampoco estaba en la inauguración. Se había suicidado unas semanas antes. La leyenda dice que una noche había ido en taxi hasta la obra, la circundó a pie, volvió al coche, le preguntó al taxista qué le parecía. El taxista señaló una de las figuras secundarias del lado de los soviéticos y dijo: “Me gusta que la campesina le toque la bragueta al soldado. Al que lo hizo seguro que lo fusilan”. Lo encontraron muerto, acostado en el piso con la llave del gas abierta y una nota de puño y letra contra el pecho: “Cedo los honorarios que me correspondan por el pago de mi tarea a los soldados que perdieron la vista en la guerra”.
Al ministro de Propaganda Kopecky le tocó encargarse de la eliminación de la estatua, “de una manera digna y respetuosa”. Cuando recibió la orden, le dijo a su mujer: “Este asunto me va a seguir hasta después de muerto”. La montaña era débil para sostener el monumento, imagínense para demolerlo. Hacían falta ochocientos kilos de dinamita repartidos en dos mil cargas para ir acabando por partes con aquel coloso de granito, hierro y hormigón. No se lo podía volar por los aires alegremente; debía hacerse en tres detonaciones sucesivas y envolventes, para que los trozos no salieran despedidos a la ciudad. La explosión fue de día pero todos la recuerdan nocturna por el famoso cuento de Bohumil Hrabal. (“El Moldava era una serpiente de plata, la cabeza de Stalin se llenó de luz, y de pronto la noche tuvo todos los colores del arcoiris y caían pequeños pedazos de Stalin sobre los techos de las casas y el río, mientras la enorme cabeza rodaba colina abajo, cruzaba el puente y llegaba hasta la Plaza Mayor.”)
En realidad, la cabeza de Stalin la habían desmontado antes, en trozos, los dos mejores picapedreros de las canteras de Liberec. Los bloques se ocultaron en distintos rincones de la ciudad. De alguna manera, la nariz de Stalin llegó al cementerio judío, un rincón perdido al fondo del cementerio municipal, y allí quedó, durante treinta años, custodiada por el jovencito que había recibido la orden de enterrarla. Cuando cayó el Muro, el jovencito ya era un viejo pero seguía siendo el único sepulturero del cementerio judío y tenía todavía la nariz de Stalin. Todos los taxistas de Praga lo sabían y ofrecían el paseo a los turistas occidentales que querían comprar souvenirs socialistas. El viejo sepulturero recibía a las visitas, les hacía la recorrida y rechazaba invariablemente las ofertas que le hacían por la narizota de granito. “Hay cosas que no tienen precio”, decía y procedía a relatar cómo se habían ido los soviéticos de Checoslovaquia en 1989. Especulando con la proverbial pachorra checa, los rusos argumentaron que necesitarían dieciocho meses para evacuar en tren. Los taxistas checos, todos los taxistas del país, se pusieron de acuerdo y propusieron llevarlos ellos: a los oficiales, a los soldados, a las esposas, a los hijos y a los bártulos. Los transportaron a todos en una semana al otro lado de la frontera. Lo hicieron gratis, a cambio de que fuese en siete días. Durante una semana, todo aquel que tenía un coche en Checoslovaquia fue taxista. Y cuando volvía de la frontera se iba derecho a la taberna a perder el tiempo como Dios manda.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Una vez por semana...


Una vez por semana la contratapa de Página/12 da una lección de literatura. De esa parte de la literatura a la cuál todos nos atrevemos... 
Pero que muy pocos logran dominar. Ya se sabe, lo difícil no es subirse al tigre, sino mantenerse sobre él.
¿Cómo hace usted para nombrar, citar y evocar a Cézanne, a Balzac, a Schoenberg, a Picasso, a Rilke y a Walsh sin que resulte un pastiche indigerible?
Lea a Juan Forn, una vez por semana, en la última página del Página, y quizás, tan sólo quizás, después de mucho leerlo, comience a entender - como empieza a barruntar este servidor - que escribir es saber borrar lo inútil.
¡Salute a todos, y buen fin de semana!
PD: la Coca es sólo para atraer incautos, como decía el Negro.

viernes, 13 de septiembre de 2013

No se puede ser amigo de todos



Los años me fueron mostrando que el éxito en política no es para el que quiere, sino el para el que puede. En mi barrio, sin ir más lejos, el gallego Miño hace más de dos décadas que lo intenta, y nunca cosechó ni las adhesiones de la familia.
Participó de la vecinal General Susvín, animando kermesses y días del niño, y nada. A la hora de votar la gente le era esquiva.
Después probó de organizar una nueva vecinal, pagando de su bolsillo más de 6 meses de alquiler de un local en plena calle Mendoza, y no iba ni el loro.

Participaba de todas las procesiones, llevando en andas a San Susvín, y ni el cura le hablaba.
Le compraba rifas a todos los chicos de séptimo y cuarto año, al pedo.
Se afilió al partido que gobierna la ciudad, asistiendo a las reuniones del "Presupuesto Participativo". Se informó incluso sobre el funcionamiento de este instituto en Porto Alegre. De balde, apenas pedía la palabra los asistentes comenzaban a levantarse abandonando el recinto. En cinco minutos quedaba el pobre gaita con el micrófono y los delegados del intendente - estudiantes universitarios con contratos basura - mirándose entre ellos para ver quién daba por terminada la reunión.

En cierta oportunidad la flaca Esther, psicóloga de profesión y militante full time del proyecto nacional y popular, le sugirió un tratamiento fonoaudiológico, para tratar de moderar los negativos efectos que su voz de pito provocaba en sus interlocutores. El pobre Miño se costeó un incómodo - y oneroso - tratamiento, que generaba rispideces familiares, dado que el único momento en que el gallego podía hacer los ejercicios de vocalización era la hora del "prime time", cuando la gallega y su hija se enroscaban con la novela de turno. Los resultados, si bien mejoraron un tanto su capacidad expresiva, no se notaron en un incremento de su convocatoria política.
Pero el gallego no aflojaba. Tras la lectura de un cuento de Gabriel García Márquez decidió pegar carteles por todo el barrio, ventilando en ellos trapisondas de jóvenes en las esquinas, sobreprecios de comerciantes inescrupulosos, renuncios maritales de honorables matronas, visitas a media tarde de galanes a amas de casa de discurso conservador, becas sospechosas recibidas por los hijos del concejal del barrio, basura contaminante enterrada en baldíos por empresarios de reconocida solvencia y abultados balances, sobres con billetes por debajo de la puerta de delegados sindicales, malos tratos de las maestras jardineras para con los infantes, la costumbre del escribano del barrio de "aleccionar" a sus secretarias después de hora.
Pero, o bien el gallego no leyó el cuento completo, o no lo entendió, dado que firmaba los carteles, con nombre y apellido.
Hoy el gallego, después de un largo y doloroso posoperatorio para extraerle la bota del upite, reflexiona sobre la mejor estrategia para defenderse de los juicios por calumnias e injurias recibidos.
Moraleja: No se puede ser amigo de todos, claro, pero tampoco enemigo...


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Septiembre de 1973

A una vida segada en La Moneda
“Yo tenía veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida.”
Paul Nizan
“Aden-Arabia” (1932)

Durante muchos años esta frase repiqueteó en mi cabeza, desde principios del ‘73, marzo, a mor de precisión. Por ese tiempo trabajaba en una librería, completaba (o deformaba) mi educación asistiendo los viernes a la escuela, a fin de enterarme que había pasado durante la semana, sin mucho énfasis, he de reconocer algo tardíamente.
Años después supe que la impresión que la frase me causó no era nada original, muchos antes que yo habían sucumbido ante la fuerza de esas dos líneas. ¿Qué terrible sino había marcado al autor para contradecir de modo tan categórico la sabiduría popular, la mera evidencia empírica, la cotidiana apariencia que muestra al sol “moviéndose” sobre nosotros?
Ya sea por comprensión, o por empatía inexplicable adivinaba una historia hermosa y terrible, como un ángel caido, especulé con el paso del tiempo y lecturas sugerentes. No me atreví, en aquel entonces, a continuar la lectura. Ese texto permaneció en mi imaginación como un paisaje velado por la niebla matutina. Algo así como un vallecito que vemos al costado del camino, un cartel con un nombre que nos atrae, pero nuestro derrotero no pasa por allí. Nos prometemos volver, pero, ya se sabe: la vida es corta.
Y, mientras mis veinte años pasaban, fugaces, y los treintas se perdían, indistintos, la curiosidad se desvanecía un tanto, persistiendo, como rescoldo de fogata que titila, la ominosa sentencia, que, casi sin darme cuenta, empezó a relumbrar con luz propia, cobrando autonomía y generando un deseo, casi una obsesión: la usaría algún día.
Así, hoy, después de tanta vida, amor, dicha y llantos, encontré el lugar en el que brillaría, como esas gemas solitarias, sólo que adornando un texto modesto, de entrecasa. Como si a un hermoso diamante lo sacásemos del terciopelo al que realza, para colocarlo en el arrabalero percal, de barrio, sí, pero limpio y honesto ché.
Yo tenía quince años. No permitiré que nadie diga que no es la edad más hermosa de la vida.
Septiembre del ‘73 vino cargado de vientos, vientos terribles, vientos de libertad y de esperanzas, y una tempestad que marcó a nuestra generación.
El once de septiembre, un día del maestro como tantos, trajo, como un zonda pestilente, la negra humareda y el ulular de los bombardeos. Los dias que siguieron, grávidos, húmedos de sangre y lágrimas amanecían con truenos de fusilería, con alaridos pavorosos. Las noches se interrumpían con pesadillas en las que manos sin rostro empuñaban guitarras que disparaban notas. Canciones desarmadas le ponían, en esas jornadas, el pecho a los fusiles. Y sin embargo el cielo aún parecía al alcance de las manos, bastaba proponérselo, había que desearlo con la intensidad del que se despoja de todo y se abandona en el mar del “nosotros”. Muchos piadosos varones de otros tiempos hubiesen querido sentir esa pasión que nos consumía el pecho.
Tener quince años en esos días fue como cuando papá te dejó quedarte hasta tarde esa vez.
Era entrar de colado a una fiesta para grandes, pero los “grandes”, cuando te descubrían marchando a su lado, te sonreían y guiñaban el ojo; era sentirse cómplices de la felicidad de crecer siendo parte de algo más importante que uno mismo, de la embriagante sensación de comunión, de hermandad elegida.
Descubrimos, o creímos descubrir, nosotros, los de entonces, que se puede torcer el destino. Creímos que nuestras ideas, nuestro amor por la vida y los hombres, se impondrían por la verdad que encierran, por la luminosa justicia que representan. Sólo había que “ponerle el cuerpo”, y ser consecuentes en la lucha, que era presente, porque el porvenir era nuestro.
Aprendí, en esos días, a marchar “codo a codo”. Al calor de ese fuego que nos subía a las gargantas de forjaron amores, amistades, y -claro - ideales.
En Chile se jugaba una parte de nuestro futuro, y si bien lo decíamos, creo - ahora - que no lo creíamos. Nada estaba aún decidido en esos días de septiembre, que con su devenir debieron recordarnos que se pueden cortar todas las flores, pero nunca abolir la primavera. Pero esto lo sabemos ahora, en aquellas maravillosas, trágicas, iluminadas noches de la primavera del ‘73 intuíamos que la mejor empalizada contra el odio y la codicia de los poderosos eran los miles y miles de anónimos protagonistas de su destino en las calles.
Fueron las tardes y noches en que llenamos las plazas, gritando ¡Viva Chile, mierda! Fueron los días en que cantamos, con la potencia de la juventud y el amor a los desposeídos, a los masacrados, a los explotados: “de pié, luchar, el pueblo va a triunfar. Será mejor la vida que vendrá”.
Inevitablemente estos recuerdos están marcados a fuego por la presencia de miles y miles, que marcharon en la vanguardia, que honraron con su vida el compromiso contraído en esos días.
Soy un romántico incurable, ya se sabe, y algún lagrimón me aflora ante el recuerdo de tanta vida masacrada, de tanta potencia tronchada en flor. de tanta saña puesta al servicio de la codicia, de tanto odio contra la solidaridad, de tanta metralla y descarga eléctrica sobre los cuerpos, sobre los templos de humanidad de sangre, carne y nervio. Tanta agua podrida para apagar tanto fuego de rebeldía, tanto viento de libertad como el que encarnaban nuestros treinta mil compañeros que nos marcaron el camino: ¡Es por acá, no aflojes! Es mejor la vida que la muerte, el amor que le tuvieron a su pueblo y a su gente que el odio de los expropiadores y apropiadores.

También para ellos, o mejor: sobre todo para ellos va mi recuerdo a una vida segada en La Moneda.

martes, 20 de agosto de 2013

jueves, 15 de agosto de 2013

Los Límites del capitalismo argentino


Crecimiento. Tensiones inflacionarias. Competitividad.

El perfil de la economía argentina, pasados 8 años de crecimiento, incluido uno cuasi recesivo al que se le echó abundante aceite en los engranajes para permitir su funcionamiento aún a marcha lenta (sí, las metáforas mecánicas tienen su encanto, para qué negarlo) sea posiblemente la mejor forma de intentar comprender los posibles derroteros políticos para los próximos años.

1. El crudo Invierno de Manolo

A mediados del 2008, sostuve que las señales de la economía mundial indicaban la irrupción – más temprano que tarde – de una típica crisis de sobreproducción.
La recesión, hija de ésta, que sobrevino a fines de aquel año aún perdura, y la guerra comercial de todos contra todos no muestra señales de detenerse.
El Banco Central Europeo (eufemismo por “Bundesbank”) ha ratificado su apego a la ortodoxia monetarista más militante. Parados sobre la economía más productiva del planeta y sentados sobre la máquina de fabricar euros, los alemanes consiguieron con sus exportaciones lo que los panzers no pudieron hace 7 décadas. Aún así el capital germano debió presionar a la baja sobre los salarios de sus propios trabajadores.
La Reserva Federal (eufemismo por “Banco Central Mundial”) mientras tanto, ha lanzado una Licitación para la ampliación y renovación de todo el parque de impresoras, con el objeto de sostener el ritmo de emisión, que no se cansa de batir récords. Por el método de pagar con papel desvalorizado la hora de trabajo el capital yankee obtiene los mismos resultados que los ordenados teutones.
Ambas soluciones tienen el mismo punto débil: abaratar el precio de sus productos es sólo una parte, la otra – más difícil, créanme – es encontrar quién los compre y los pague. Aquí los mecanismos previstos por la OMC se vuelven contra sus propios creadores, que comienzan a recurrir a procedimientos que no figuran en el Manual de la Calidad de la citada organización. Hecha esta modesta, breve y documentada introducción, veamos que pasa en estas pampas.
2. El caliente Verano de Mariano
Finalizada la temporada estival se midieron resultados récord de consumo turístico interno. Ni siquiera el GDA pudo escapar al frío de los números y el calor de la economía. En otras clases la AUH cumple y el Bono a los Jubilados dignifica (Dos mil palitos más para avivar la hoguera).
La mejora en el índice de ocupación, y dentro de éste el aumento - sí que modesto - del universo de los que cobran en blanco frente a los negreados aportan su llamita a estos fuegos.
El estímulo a la demanda interna sigue persiguiendo el objetivo de mantener girando la perinola, evitando que esta se detenga y dictamine quién paga. O, en otros términos, mantener activo el círculo virtuoso consumo-producción-empleo, según el manual de economía "k", influido por el espanto al período 1998-2002, en el que la deflación mostró el reverso de la simpática cara que el neoliberalismo maquilló durante algunos años previos, pagando gastos corrientes con activos patrimoniales, algo así como vender las joyas de la abuela, la casa y la honra de las hijas para que algunos sigan comiendo jamón español y chocolate suizo.
Los beneficios de estas políticas, mensurables en el corto plazo, no deberían - sin embargo - impedirnos ver ciertos límites no demasiado lejanos.
En efecto, tal como en los últimos tiempos se viene sincerando, las tensiones inflacionarias no reconocen las mismas causas de hace dos décadas. El superávit fiscal implica - además de capacidad para operar sobre la economía - que la emisión monetaria se produce para convalidar el aumento en la demanda de medios de pago por parte del sector privado: el crecimiento de la actividad necesita circulante. Las tarifas vienen disminuyendo, por efecto de la inflación, año a año, permitiendo a los consumidores destinar porciones crecientes de su ingreso al rubro alimentación - por ejemplo - que no deja de crecer, cobijado en los precios internacionales de las commodities y los acuerdos entre el gobierno y la burguesía agraria que desactivaron en parte la rebelión de los propietarios y fracturaron la mesa de enlace.
Nada indica, por otra parte, que vaya a detenerse la preferencia del sistema financiero por otorgar créditos al consumo, subidos a tasas efectivas anuales que envidian banqueros de todo el mundo.
Colándose entre estas causas, como los marineros de Odiseo en la caverna de Polifemo, la inversión estatal en infraestructura y educación (por citar sólo dos elementos inflacionarios) no deja de hacer su aporte. Imprescindible, por otra parte, agrego, editorializando. En efecto, en una sociedad con NBI en alto grado la construcción de redes de agua potable y cloacales es tan necesaria como inflacionaria. Al ser actividades con una altísimo componente de mano de obra en su integración de costos pagan salarios que no se traducen en la producción de bienes transables. Es decir, no aumenta el volumen de la oferta de bienes y servicios. En palabras de ciertos referentes políticos: se van por la canaleta de las 4 comidas diarias, las zapatillas y la cuota del ciclomotor. Si bien en el mediano plazo las inversiones en infraestructura deberían fructificar en una mejora de la competitividad sistémica, no es menos cierto que en la coyuntura conspiran contra la actual.
3. El módico Otoño de la burguesía que supimos conseguir
En paralelo al virtuoso círculo de crecimiento y empleo que el consumo alienta, otras variables parecen menos beneficiosas al considerar el largo plazo. La catarata de dólares que ingresan, a cambio de porotos de soja, obliga al BCRA a comprar este producto, convirtiéndose en demandante de algo que el resto del mundo no quiere. Son, ciertamente, las desventajas de la triangulación. Argentina le vende soja a los chinos, éstos le venden baratijas a los yankis, y estos - como vienen haciendo desde Bretton Woods - le venden papel verde al resto del mundo. Como una parte - ya no tan grande - de nuestra deuda está nominada en esos papelitos, nos sirve para pagar facturas atrasadas.
El "viento de cola", la re-programación de los vencimientos de aquellas facturas impagas, y una administración austera durante el primer trienio del ciclo iniciado en 2003, bastaron para que las amenazas políticas no se tradujeran en acciones efectivas. El crecimiento económico - descrito más arriba - necesitó, en cambio, de otras acciones e intervenciones.
Como cada pecado trae su penitencia, es inútil llorar por la pérdida de ciertas virtudes si es que uno ha decidido abstenerse del celibato. Es decir: en el famoso "modelo" - parte dibujo previo y parte fruto de los avatares - se detallan, en letra chica - concedido - las contraindicaciones.
La producción de cereales y oleaginosas, aceites, carnes y demás productos del sector primario, junto a hidrocarburos y minerales representa un poco más del 50 % de nuestras exportaciones. Todas estas actividades, capital intensivas, no se resienten demasiado de la diferencia entre la evolución de los precios internos y la cotización del dólar.
Las exportaciones industriales, por el contrario, sufren la devaluación de Obama, mientras se persignan y le prenden velas a la política monetaria brasileña.
Siendo Brasil el principal destino de nuestras exportaciones industriales mejora la performance expresada en el tipo de cambio multilateral, su reverso es que cada vez cuesta más exportar a otros destinos, o - la otra cara de la moneda - es cada vez más barato importar productos industriales y sustituir producción local.
El éxito del modelo, se ve, contiene el germen de su propia debacle.
Ahora bien, dado que la preeminencia, imperio o simple soledad de la economía a la hora de digitar nuestras pobres existencias es una religión que profesan los liberales (y algunos marxistas sui generis) aquellos que comulgamos en el altar de la política deberíamos poder atrevernos a pensar en alternativas que emparchen, remienden, renueven, relancen o – más sencillamente – propongan continuidades virtuosas y rupturas con los vicios.
¿Qué propuestas podrían llenar estos requisitos?
Parafraseando al general, diríamos: "Los hay combativos, los hay contemplativos, ortodoxos o heterodoxos, pero devaluadores somos todos". Con lo que estamos como al principio, como después de visitar al Oráculo: la respuesta la tiene que dar cada uno según su leal saber y entender. Según sus principios ideológicos in-negociables o sus alianzas de clase pasajeras.

La dinámica social, después, derivará hacia nuevas pantallas y desafíos a superar.
udi, mediados de 2011





martes, 2 de julio de 2013

Libros quemados, enterrados, perdidos...

En 1976, en medio de la hecatombe y la paranoia generalizada (justificada, por supuesto) decido - con lagrimones en los ojos - deshacerme de algunos textos por el expeditivo procedimiento de arrojarlos dentro de un tacho de 200 lts., rociarlos con gasoil (he aquí el error, por desconocimiento de las propiedades de dicho combustible) y prender un fósforo en la proximidad del papel. Naturalmente (pero esto lo supe después) el fósforo se apagó como la vida de una mariposa nocturna, es decir, en un suspiro, dejándome con la tarea inconclusa y la duda en mi ánimo.
Luego de reflexionar unos instantes decidí que debía interpretar el hecho como un mensaje, de dónde o de quién no lo supe con certeza, pero siempre tuve leves tendencias a la superstición...
En fin, que decidí enterrar el mazacote maloliente en que se habían convertido esos libros y revistas, dentro de los cuales, y bastante seco, por cierto, se encontraba el libro de marras.
Pasando a la acción con la velocidad que me caracteriza me dirigí raudo con mi bolsa y su peligroso contenido hacia las vías del ferrocarril cercanas a mi casa. Lo que prueba, por si hiciera falta, mi total inconciencia.
Conclusión: hago un pozo poco profundo, meto el subversivo material dentro y le echo un poco de tierra encima; hecho lo cual me dirijo a una secretísima reunión con otros adolescentes ávidos de emociones fuertes y los impongo de mis aventuras.
Allí quedó mi primer ejemplar de "Para leer al Pato Donald"...
Luego los años pasaron, terribles, malvados.
Recorriendo una callecita de París en diciembre del '78, mientras los genocidas de ambos lados de la cordillera jugaban a ver quién la tenía más larga, me detengo frente al escaparate de una librería de usados. Al cabo de algunos minutos (admirad mi velocidad mental) caigo en la cuenta que los títulos de los libros están en castellano. No sólo eso, sino que el negocio luce por nombre "El Quijote". Con estos datos deduje que se especializaría en literatura española y latinoamericana, perspicaz percepción que me fue confirmada por el propietario del establecimiento, un catalán de boina azul, barba de tres días y colilla de cigarro permanente entre sus labios.
Para no extenderme demasiado y apenar al desprevenido lector diré que en un anaquel, entre "La Celestina" y un desvencijado "Adán Buenosayres" encontré un ejemplar en perfecto estado de "Para leer...".
Imaginad, ¡Oh, amigos! cuál habrá sido la emoción que me embargó. Apelé a mis mejores argumentos para lograr que el librero - reliquia de la guerra civil anclado en París - atendiera mis súplicas en lo referente al precio. Se ve que el hombre estaba cansado del aluvión sudamericano y sus historias casi todas parecidas y se mantuvo en sus trece, es decir, en sus ochenta francos y ni uno menos. Con gran dolor para mi peculio desembolsé la cifra, escandalosa para la época, y me refugié en el Metró para releer esas páginas tan lúcidas y disparadoras de reflexiones.
Unos años después - fines del '82 - y ante la perspectiva de volver a la Argentina - debí preparar mi equipaje: un poco de ropa, fotos, discos (¡Long-Plays!), libros, mujer y dos hijos. La situación del país con la dictadura en retroceso, pero aún no derrotada (¿Lo fue?) no garantizaba pasar con tranquilidad el tamiz ideológico para la entrada de literatura que no fuese del gusto del régimen. Así, que muy a mi pesar, debí dejar en manos de amigos parte de los libros acumulados en esos años. Adivinaron: la obra de Dorfman y Matellart no hubiese pasado la aduana de las ideas, y fue a parar a poder de un amigo de quién me distanciaba una oscura historia de celos, pero que era una de las pocas anclas a mi pasado, (a partir de ese momento ex-amigo).
Como esta es la historia de mi relación con un libro en particular les ahorraré detalles, sufridos lectores, de los pormenores de mi crecimiento personal, la crianza de los hijos, las incontables mujeres que pasaron por mi vida y los festejos por los campeonatos de Rosario Central. A fines de 1988, en un kiosco de la Avenida Pellegrini, adonde iba a comprar el diario, advierto un cajón de manzanas con libros usados. La costumbre, el vicio, la compulsión, llamadle como queráis, hizo que me pusiera a revolver entre viejos "Corín Tellado" y volúmenes de Emecé al estilo de "Aeropuerto". Cuál no sería mi sorpresa cuando, ya casi en el fondo del cajón, aparece "Para leer al Pato Donald", pero no cualquier "Para leer al Pato Donald", sino "mi" "Para leer al Pato Donald". Ese mismo que con mis propias y criminales manos había enterrado furtiva y nocturnamente. Las mismas manchas, el mismo raspón de la primera página, los mismos (pocos) subrayados, y - para despejar cualquier duda - la misma dedicatoria en el reverso de la tapa con los versos iniciales de "Corazón Coraza":
"Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes"
Por un resto de pudor ocultaré, dignísimo lector, el acceso de llanto que me sobrevino al recuperar una parte de mi pasado, manchada, sin duda. Pero ¿Quién puede presumir de un pasado impoluto?
Huelga decir que pagué los pocos y devaluados australes de la época para rescatar esa pieza central de mi formación humanística. Desde entonces mi querido "Para leer al Pato Donald" ocupó su merecido lugar en el medio de mi modesta biblioteca, en la buena compañía, a la derecha, de "Apocalípticos e Integrados" y, a su izquierda, de "La Interpretación de los sueños", obra cabalística si las hay.
Pero la vida, como dijera Sartre, te da sorpresas, amabilísimo lector. Y he aquí que a mediados de los años noventa recibo el llamado de aquel ex-amigo que me comunica su llegada al país y su deseo, bastante incomprensible, de reunirse con este servidor. Dado que en casi quince años no hubo entre nosotros comunicación alguna (era pre - e-mail) por aquel rencor alojado sólo en mi corazón, me sorprendí y no supe bien que aguardar de la cita concertada en el llamado.
Debo reconocer que los caminos del señor son inescrutables, y el alma de los hombres una caja de sorpresas. M emocioné muchísimo a la hora del reencuentro, mi abrazo fue sincero, y reconocí que había podido matar dentro mío al gusano del odio sin sentido y casi pueril.
No seáis muy severos conmigo, queridísimos lectores, ya que nadie sabe cuando le tocará estar en una situación parecida.
Casi al final de la emotiva y agradable velada dijo mi viejo (nuevo) amigo:
- ¡Ah! ¿Sabés qué te traje?
Pues sí, era - lo habréis intuido - mi segundo ejemplar de "Para leer al Pato Donald".
Así fue como recobré otra parte de mi pasado, y a un amigo.
Este ejemplar descansa sobre mi escritorio, junto a la foto de ya sabéis quién...

martes, 28 de mayo de 2013

Los 36 Justos

A Bene, in memoriam

Cuenta una leyenda judía que en cada generación hay 36 hombres que sostienen al mundo. Naturalmente no hay que interpretar esto en el sentido literal, al estilo del mito helénico del gigante Atlas, a quién Hércules relevó un rato de su carga.
Estos hombres - la religión judía es profundamente machista - no hay que buscarlos entre los exaltados por su tiempo: jefes de estado, premios Nobel o artistas destacados. Estos hombres sostienen al mundo día a día, con sus acciones cotidianas, empapadas de justicia.
Dice la wiki: "Los Tzadikim Nistarim, popularmente conocidos como «los treintaiséis justos» [...] son quienes poseerían un tipo de santidad especial, mayor que la de sus pares «públicos», y que no es aparente, en algunos casos incluso para ellos mismos. En otras ocasiones el Tzadik Nistar guarda celosamente sus actos de bondad de la vista pública, llegando a aparentar que es una persona ordinaria, o incluso malvada."

Tengo para mi que hay una verdad esencial en la leyenda, más allá de sus aspectos contingentes. ¿Quién podría asegurar que los justos son 36, o 36 millones? Sobre una población mundial de más de 6 mil millones, no sería una proporción descabellada.
Esta verdad profunda estaría relacionada no tanto con los aspectos destacables de la justicia o la equidad, no directamente con la santidad o la bondad omnipresentes.

Creo - quiero creer - que el mundo es sostenido por unos cuantos justos, que son tipos comunes, no exentos de alguna agachada de lomo, son humanos.
Me gusta pensar que esos tipos son decentes, que saben que algo está bien o mal sin recurrir a complicadas elaboraciones deontológicas. Que se equivocan, y reconocen su error.
Tipos comunes, que viven de su trabajo, llegan galgueando a fin de mes y aún así no dejan de dar una mano cuando pueden.
Estos justos han tenido sus tentaciones, y ocasionalmente sucumbieron, pero se levantaron. Estos justos han sabido perdonar, quizás porque desearon mucho ser perdonados.
Tipos, en fin, que se levantan todos los putos días a laburar, no tanto porque les guste, sino porque asumen sus obligaciones.

Quiero creer que esos son los justos que sostienen al mundo. Y este es mi recuerdo para uno de ellos, que se me fue el domingo, calladamente no dió más.
Un tipo que me dejó la mejor herencia que pueda uno imaginar: un ejemplo a seguir.

Creo - estoy seguro, bah - que mi viejo fue uno de esos justos. 


lunes, 20 de mayo de 2013

"...ni el polvo de sus huesos la América tendrá."


El 24 de marzo de 1976 una banda de asesinos se apropió del país, para defender la aplicación de un plan económico cuyo único objetivo era rebajar los salarios para permitir recomponer la tasa de ganancia del capital. Y el difunto fue - por sus insulsas cualidades - el elegido para dirigir el plan.
 
Leemos acá:

"Carteles con los nombres de desaparecidos durante la última dictadura en Argentina fueron colgados este lunes en los alrededores del cementerio de la ciudad de Mercedes, donde podrían ser enterrados los restos del exdictador Jorge Rafael Videla, fallecido el pasado viernes a los 87 años.
Carteles de desaparecidos en posible cementerio para Videla
Fuentes oficiales confirmaron a Efe que los carteles, veintidós en total, fueron colocados allí por la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno de Mercedes, ciudad natal de Videla, ubicada a 100 kilómetros al oeste de Buenos Aires.

Los carteles forman parte de una muestra itinerante realizada el año pasado, con los nombres de los desaparecidos en la ciudad y una breve reseña sobre su vida, su familia y su posterior desaparición.

Este fin de semana, la prensa local, sin mencionar fuente alguna, ha especulado con la posibilidad de que los restos de Videla sean sepultados en el cementerio de Mercedes, pero la familia del exdictador no se ha pronunciado sobre dónde ni cuándo enterrará el cuerpo.

En la mañana de hoy los carteles fueron fijados en los alrededores del cementerio de Mercedes, principalmente cerca del área donde la familia Videla posee bóvedas.

"Queremos que sean aquellos que lo sufrieron, que sean los desaparecidos de Mercedes quienes reciban a Videla y, ya después, ellos se encontrarán en algún lugar", señaló Manos.

Fuente y foto: EFE.
 
 
 
 

Volvimos...como predijo el quía.

Acá: el papá de Miguelito Russo


viernes, 10 de mayo de 2013

La verdadera dificultad de la escritura


"A nadie le puede agradar estar escribiendo y temblando ante la posibilidad de que algo nos revele que somos verdaderamente inaceptables como escritores, que somos insolventes. Es un miedo muy común del medio artístico en general. No tanto a cometer un error, sino a que ese error sea de una naturaleza tal que nos revele a nosotros y al mundo que, en realidad, no somos las personas que creemos ser. No es a la equivocación a lo que uno le teme, sino a la revelación que te indique que sos un imbécil."

Alejandro Dolina, acá.

No estaría de más reconocer que hay gente sin temor, eso si.