Bella Ciao, una versión "pulenta pulenta"

jueves, 27 de diciembre de 2012

¡Maldito sea el Chueco García!

El "Chueco" García, "El poeta de la zurda"

Inevitablemente, cada vez que mis hijos me preguntaban (ya no lo hacen) "Papá, vos como jugabas de chico", recordaba  la anécdota.
Tendría once, o doce años, y la lectura de cualquier literatura sobre fútbol constituía el alfa y omega de mi vagabunda existencia. Pasaba por la peluquería de la vuelta de casa los miércoles, cuando ya el tano Peluso había leído "El Gráfico" y me sentaba en el umbral, respetando escrupulosamente el pacto con el Tano: si entraba un cliente, dejaba la revista en la mesita dónde se amontonaban los números viejos, arriba de todo. Si el cliente - rara avis - prefería la revista "Así", me acercaba, en silencio y haciéndome el distraido, y como quién no quiere la cosa, y con aire de aburrimiento, agarraba de nuevo el ejemplar más reciente.
Esos casos eran los menos frecuentes, y las tardes, entonces, se pasaban entre ávidas (y rápidas) lecturas al número de la semana, y - mucho más seguido - relecturas de viejas ediciones, a la búsqueda de algún dato no suficientemente analizado y digerido.
Todos los días, nunca le pregunté a mi viejo porqué, llegaba a casa "La Razón", pero la del día anterior. Me explico: al salir en Buenos Aires por la tarde llegaba a Rosario al otro día. Volvía de la escuela, y mientras mi vieja tiraba un bife sobre la plancha - cúspide de sus habilidades culinarias - me devoraba los "Dialoguitos en el asfalto", compendio de chismes recolectados en la puerta de la AFA.
En alguna sección de "Recuerdos" o algo asi, leí una anécdota que me encantó: El "Chueco" García, a quién nunca había visto jugar, pero quién por su estirpe canalla me enorgullecía y cuyas hazañas mi viejo me relataba yendo a la cancha, la había contado, o algún jugador - rival o compañero - la refirió al periodismo.
Parece que en un partido el Chueco había hecho un golazo, de esos en los que se había gambeteado a 3 o 4 rivales. Volviendo hacia el centro del campo, arrastraba los pies, raspando tanto el verde césped como terrones de tierra, que las canchas de aquel tiempo contaban por mitades, casi. Alguien - de su equipo o del contrario - le preguntó qué hacía, a lo que el Chueco respondió - conjeturo que con sorna - "Borro la jugada, para que no la copien".
En ese tiempo me pareció el colmo de la compadreada. Y me prometí hacerlo, cuando lograra convertir un gol que lo mereciera, claro.
Empero, el tiempo transcurría, y mis goles - oportunistas, casi carroñeros - nunca merecían más que el festejo que la importancia del partido les diera. Mi puesto habitual de marcador de punta no contribuía, hay que reconocerlo, y aunque en más de una oportunidad lo había intentado, quebrando líneas rivales por sorpresa, generalmente la culminación de la jugada era con un remate de afuera, con pierna derecha entrando desde la izquierda, ignorando - haciéndome el que no lo había visto - los gritos de nuestro centroforward que me pedía la pelota, marcándome el pase al vacío.
El año - ya dije que no recuerdo cuál exactamente - pasaba, y ya me resignaba a no poder hacer gala, no tanto de mis habilidades técnicas como de mi capacidad para la fanfarronería barata. Claro que en esa época no la llamaba así. Sin embargo, sobre fines de noviembre, o diciembre - vaya uno a saber - quiso el fixture del intercolegial - presuntuoso nombre para algunos partiditos entre las escuelas del barrio - que nos tocara enfrentar de visitantes a una escuela que estaba sobre la Avenida - digamos "Susvín" - con la que habíamos tenido un partido picante en ocasión de su visita a nuestro reducto. En realidad mi escuela no tenía cancha propia, ni campo de deportes, ni siquiera salón de gimnasia, así que jugábamos nuestros partidos en un descampado próximo al que habíamos dotado de dos arcos - sin travesaño - utilizando para eso unas ramas gruesas, y casi, casi rectas. En aquel encuentro la suerte, y la puntería , nos habían sido esquivas - y eso que todavía no habían entrado las mujeres a nuestras vidas - y el resultado una derrota no muy digna antes del final por suspensión dada nuestra natural propensión a vengar a puñetazos nuestras carencias y errores. Pero, la verdad sea dicha, nos ganaron bien, ese día les salieron todas, y a nosotros - regularmente algo superiores - ni una.
Pero, la superioridad hay que demostrarla en la cancha, no de pico, y - anímicamente dispuestos a hacerlo - planteamos un partido a cara de perro que, ya al inicio del segundo tiempo, ganábamos 3 a 0 con dos goles de nuestro delantero y mejor jugador - José Luis - y un zurdazo terrible de Raúl que venció las manos del arquero. Nos encaminábamos a un triunfo y, casi con seguridad, el campeonato - al que le quedaban dos fechas - no se nos escaparía. Con la tranquilidad del resultado, y el equipo rival jugado a la ofensiva a descontar, a la salida de un ataque que nuestro arquero, la "Chancha" Navarro, había controlado sin dificultades, me encontré con la pelota, mucho campo por delante, un mediocampista saliendo a cruzarme desde mi derecha, y al Negro Medina,  defensor central, retrocediendo hacia su área.
Juro que pasan los años, y sin embargo no puedo evitar estremecerme un poco; cierro los ojos y todo pasa como una película en cámara lenta, y al cabo de todo este tiempo, ya no sé si la jugada fue así, o mis recuerdos se fueron contaminando con otras jugadas. Ya no sé si, relojeando a quién venía al cruce, lo dejé llegar y - con el borde externo del pié derecho - le toqué suave la pelota para que le pasara entre las piernas. Mientras encaraba hacia el área ya casi en posición de "diez" ví - o me lo contó después - a Cachito a mi derecha, y al marcador central vacilando entre marcarlo a él, o salir a voltearme. Esa indecisión lo perdió, cambié el paso, me incliné hacia la izquierda entrando al área, y después de acomodarla suavecito, cuando el arquero salía a atorarme, la toqué hacia el medio, para que Cachito reventara la red, solo frente al arco. Uff, creo que fue más difícil contarlo que hacerlo.
La cuestión, si la hay, es que - después de los abrazos, medidos, ya íbamos 4 a 0 - empiezo a caminar despacito hacia el medio, arrastrando los pies. El Negro Medina, volviendo al trotecito, me increpa:
- ¡Qué hacés, boludo, andá de tu lado!
Y fue ahí, mis estimados, escasos y pacientes lectores  - ¡maldito sea el Chueco García! - cuando le respondí:
- Borro la jugada, para que no la copien.
Ganándome, en el mismo instante, la fama de agrandado y esta nariz de boxeador que me dejó la inolvidable piña del Negro, cobrándome un gol que no hice.
Udi
Tandil, Diciembre de 2012. 

martes, 25 de diciembre de 2012

El único plan opositor


El único plan opositor serio, coherente, que no oculta nada. "tenemos que abandonar el populismo de los 50 o los 70, controles de precios, control de cambios, control de importaciones, controles por la Afip al que dice algo inoportuno, controles y más controles. Gasto público insostenible, que era del 28 % del PIB en 2003 y ahora ha llegado al 45%" Gracias, Ferreres, por tanta claridad. Me confirma lo que sé desde hace 40 años: si La Nación aplaude, cierro el orto. Si reprueba: preparo mis vacaciones.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Así empezó todo...


La revolución en ojotas
La tarde del 19 [de diciembre] transcurría entre TN, Crónica [medios de prensa] y mucho mate. Los llamados telefónicos cruzados daban cuenta de la inquietud que nos embargaba a todos.
- ¿Estás viendo la tele? - Nos preguntábamos, ya no tan incrédulos como tristes. Creo que la mejor síntesis es esa: tristeza. Un poco de amargura, impotencia, bronca. Pero, básicamente, tristeza. ¿Por qué en este bendito país otra vez el dolor de la miseria? Encarnada presencia que tan sólo un día antes olvidábamos, acorralados, esperando unas fiestas que- ya sabíamos - serían las más tristes en años, décadas.
Era imperioso reunirse con alguien para compartir el dolor, sostenerse mutuamente. ¿Y ahora? ¿Qué hacer? Las imágenes nos remitían a 12 años atrás. El calor y las vestimentas a zonas tropicales imprecisas. ¿Por qué será que los pueblos hacen tronar el escarmiento en jornadas tórridas? ¿Es el calor que enerva los cuerpos, excita los sentidos?
Mi sociólogo de cabecera opina que el valor simbólico de la sidra en la mesa navideña es muy fuerte como para soportar su ausencia. Las primeras expresiones de comprensión por parte de los cronistas comienzan a ser matizadas. La sustracción de televisores o lavarropas no tiene nunca buena prensa.
Mi sociólogo me recuerda aquel dicho, tan común hasta no hace tanto tiempo, que deploraba las deficientes decisiones financieras de los pobres que los llevaban a levantar antenas de televisión sobre las chapas de sus precarios hábitats. ¿Cuándo dejarían de ser pobres si persistían en escanciar innumerables botellas de tinto para regar pantagruélicos asados? Aunque hoy en día sería lícito discrepar con la actualidad de semejante afirmación.
Las transmisiones televisivas van desde la urgencia en vivo hasta la revisión de acontecimientos de media o varias horas atrás. La referencia espacial es un dato menor: todas las caras son parecidas. Rostros criollos que la Argentina blanca sólo registra en las esquinas, limpiando parabrisas; en las crónicas policiales del conurbano; o en documentales de domingos invernales, con mirada antropológica, antes del fútbol.
Miradas huidizas ante las cámaras, semisonrrisas de complicidad, la excitación doble del desafío al orden y del anticipado disfrute del desquite ante tanta privación, tanto toqueteo a la glándula del consumo sin obtener satisfacción.
Marcas de época: las encías desvestidas delatan cualquier identidad que alguna ropa con marca trucha pueda confundir. Cunden las camisetas: Boca, River y muchas otras menos reconocibles fuera del barrio o partido; asoman así las identidades profundas, las verdaderamente irrenunciables, las que no se niegan ni bajo tortura: la piel y la pasión por la divisa amada. No hay religión que compita con ese amor, ni sentimiento que movilice más.
Suena el teléfono: es la secretaria de mi analista que me recuerda que el licenciado tomará sus vacaciones en febrero, como siempre, y que si necesito alguna consulta de urgencia la concierte llamándola con 24 horas de anticipación, como siempre. De paso alude a las seis sesiones que debo, y que no, no aceptamos pagos en tarjeta o cheque, como están las cosas hoy en día sólo en efectivo. Fin de la conversación, me pregunto si esta terapia será la más apropiada para los tiempos que corren, como no encuentro la respuesta abandono la cuestión.
Los amigos hacen el aguante: juntos se soportan mejor esas miradas mudas, ese morderse el labio inferior moviendo la cabeza de este a oeste.
- ¡Calentá el agua, ché! Hay que romper el silencio y comenzar a verbalizar el desconcierto. Las primeras aproximaciones rondan las teorías conspirativas: Que los "perucas", que alguna ultraizquierda trasnochada.
Lentamente una certeza nos invade: sólo pulsiones muy fuertes mueven a las personas a transgredir leyes, códigos, costumbres y mandamientos. El hambre se corporiza, y su visión también nos denigra, sólo un poco, es cierto, comparado con quién lo siente. Un bochorno muy evidente nos asalta ante la vista de alimentos pisoteados, repartos que recuerdan a los viejos jardines zoológicos. Ya ni a los animales se les entrega el alimento así. Todos nos sentimos un poco sucios. ¿Será nuestra también - aunque sea en parte - la culpa? ¿No hicimos lo que sabíamos que era necesario?
La opinión del sociólogo ya no fluye nimbada del aura de respetabilidad académica que le da a las palabras un peso, una redondez, un cierto tono de punto final. Entre mate y mate sus juicios lucen deshilvanados, cae - como todos - en universales interjecciones, tan cargadas de significados, tan conocidas...
- ¡Qué barbaridad, ché!
Muy despacito siento que la acidez estomacal comienza a subir, a bajar. Algo dentro de mí cobra vida, no puede deberse únicamente a la sobredosis de yerba mate. La opresión a la altura del diafragma se parece demasiado al pánico. Y me digo que no, que basta de miedo, que ya no hay nada que perder, sólo - quizás - la pusilanimidad; y que frente a la indignidad hay sólo una respuesta: la indignación, la pura y santa indignación.
Una certeza se va instalando: el día más largo del año se adelantó. La tarde recién comienza y se nota la preñez que carga. Oscuros nubarrones que presagian un fin de época.
Mas llamados telefónicos: - Poné la radio, - ordenan. Ya hay muertos, pobres. Los pobres son muertos. Pobres muertos, muertos pobres. Un muerto es un muerto es un muerto es un muerto. Pobres los pobres.
Un supermercado vacío parece muerto. Un pobre, muerto, ¿Qué parece? Pobres de solemnidad. Certificado de pobreza. Tienen dónde caerse muertos. En zanjas mal trazadas, veredas rotas, calles de tierra y asfaltos calientes. Un pobre Cristo cae muerto del techo de una escuela, pobre. Pobres centuriones matan por pocas monedas.
Avanza la tarde, y los bizcochos se imponen para acompañar al mate. Los comemos con poca hambre y algo de vergüenza.
La tele trae más retratos. Humo y policías. Chicos corriendo, muchos chicos. ¿Por qué será que dónde hay pobres siempre hay muchos chicos?
Un ministro llena la pantalla: el gobierno va a actuar con la ley en la mano. La vida, libertad y patrimonio de los argentinos serán protegidos. No aclara en qué orden de prioridades.
Imágenes del paraíso patronal: empleados armados para defender el capital. Pobres contra pobres. ¿Quién ganará? ¿Cuántos pollos por día puede comer uno? ¿Cuántos días sin pollo puede aguantar uno? Dicen los números que en el país se comen tantos pollos por persona por año. Sin duda alguien está comiendo de más, por que en la tele aparecen personas que no parecen haber comido ninguno en muchísimo tiempo.
Mi amigo el sociólogo propone darse una vuelta por el mercadito del barrio, quizás necesite de nuestra ayuda frente a posibles ataques.
Hay transmisión en directo de la ciudad y del país, entiéndase, de la capital y su conurbano.La ciudad está paralizada. Nadie circula, y ya comienzan a operar - caramba, qué temprano - las usinas de rumores. En tal barrio tal cosa, y en tal otro, tal otra. Vienen de allá para acá, y van de acá para ¿dónde?
La aparición en la caja boba de esquinas conocidas siempre tiene algo fascinante. Un supermercado saca botellas de aceite a la calle.
- Para prevenir el saqueo lo va a regalar a los pobres, - supone mi amigo el sociólogo -, ese tipo comprende que hay que perder algo para sostener el sistema. Es más, - me apostrofa - es un burgués lúcido.
Algo de repente no encaja: los empleados comienzan a derramar el aceite en la vereda.
- Es para evitar el saqueo - aleccionan al periodista que interroga algo morbosamente. Uno imagina el improbable espectáculo de pobres patinando en aceite, pero es muy fuerte.
A lo lejos gente corre, policías gritan. En la puerta de su casa el vecino, de rigurosa camiseta musculosa, opina que no hay que escatimar palos, y que el hambre no ha de ser tanta, ya que acaba de observar, fíjese Usted que oportuno, como un chiquilín rechazaba unas facturas de ayer que le habían sobrado - estaban buenas, no crea - para ir detrás de la góndola de los dulces en el supermercado que saquearon en la otra cuadra. A este paso van a querer comer asado todas las noches, o brindar con pan dulce italiano para las fiestas.
Los amigos se van, quizás un tanto resentidos por mis evasivas ante alusiones a poner algo más sustantivo que bizcochos sobre la mesa.
En directo desde casa de gobierno los cronistas informan que los uniformes blancos que pululan por el salón blanco fueron invitados y no han venido, como algunos alarmistas difundieron, para proclamar algo. La preocupación presidencial por los acontecimientos se refleja en el gesto adusto con que reparte condecoraciones. Ningún hecho anecdótico que se produzca en lugares tan poco relevantes como Moreno o La Tablada podrá interrumpir fastos previstos tiempo antes, y que tanta importancia tienen para consolidar las relaciones entre el ejecutivo y las fuerzas armadas. Fin del comunicado. Las emisoras participantes continúan con la difusión de sus respectivos programas.
Los canales de aire, luego de febriles negociaciones con sus principales patrocinantes - ¿Patrones? - Comienzan programaciones especiales. Por ahora es tiempo de crónicas, recién mas tarde, cuando la gente pensante retorne a sus hogares (o se acueste la que sale a trabajar - o buscar trabajo - a las seis de la mañana), a esas horas, digo, vendrán los sesudos analistas que masticarán, regurgitarán y vomitarán las explicaciones, y recomendaciones, que la situación impone.
Como todos los días espero el horario de tarifa telefónica reducida para abrir mi e-mail. Mensajes de amigos por el mundo: ¿Qué pasa?
Respuesta única para todos: ¿Cómo saberlo? Por las dudas pido socorro, aunque sea condolencias, por lo menos un poquito de solidaridad. Pero ese es un bien escaso, aún electrónicamente.
La tristeza invade la cena, y hace falta más soda que la de costumbre para tragar los bocados. Las informaciones sobre el ansiado mensaje presidencial son contradictorias: que ahora, que después, que el hijo, que la madre. Los rostros ministeriales evaden precisiones.
La incertidumbre planea sobre los argentinos. Sordos ruidos oír se dejan: acero contra acero, pero nada de corceles o jinetes. De rigurosa infantería la gente sale a las calles.
Por lo pronto allí se quedan, como quién sale a la luz después de un largo encierro. Los ojos se acostumbran despacio a la presencia del otro. ¿También él siente lo que siento yo? Ese tipo en bermudas y esa mujer con ruleros: ¿Son mis semejantes?
La televisión muestra gente parada en las esquinas. ¿Qué tienen esas señoras con aspecto de venerables matronas en sus manos? Las noticias confirman la gravedad de los sucesos: se ha suspendido el fútbol. Sólo un cataclismo es comparable a esto. Ahora es oficial. Caras de sorpresa en la mesa familiar. La aparición del escudo nacional en la pantalla debería traer mesura y tranquilidad, pero no, casualmente no.
Mensaje presidencial. ¡Casi nada! Veamos. Vagas palabras plagan la vana parla.
Un sonido se filtra hasta las capas mas profundas de la conciencia. No, no es eso. Digo: no puede ser. Fin del mensaje. Periodistas de saco y corbata, y otros solamente con saco confirman lo oído pero no asumido. Tres palabras que erizan la piel de la nuca, y ahora sí, la santa indignación que vuelve, se instala cómodamente en el cuerpo, se adapta a cada rincón y reproduce curvas, huecos y protuberancias: somos toda santa indignación, y así como la humillación se traga la indignación se expulsa. Hay que sacarlo todo afuera.
- Vamos - digo, y todos en casa saben adónde. Elementos para hacer ruido; si la voz no se escucha será la hora de los instrumentos, pues. Pitos y cacerolas, algunas no muy limpias - mejor - quizás tengan más contundencia. Tres palabras siguen resonando en la conciencia de cada uno de esos que, al paso por las esquinas, se van sumando.- ¡Vamos, doctor, vamos!- ¡Vamos, doña Rosa, vamos!- ¡Dale Pepe, vamos!
Los chicos van en la punta; y está bien que así sea. Para ellos las tres palabras no cargan tanto recuerdo. Son puros, y su alegría contagia: hay que hacerlo con alegría, la indignación camina, pero la alegría marcha. Y marchamos, sin saber bien qué queremos, pero convencidos de lo que no queremos. Tres palabras lo resumen.
Autos con banderas no lo quieren. Hermosas veinteañeras con caras camisetas de la selección no lo quieren. Adolescentes ricoteros de los barrios no lo quieren. Comerciantes pequeños y empequeñecidos no lo quieren. Sociólogos de prolija barba no lo quieren. Psicólogas sin trabajo no lo quieren. Desocupados desesperanzados no lo quieren. Los policías que cobran magros bonos: ¿Lo querrán?
Pura y santa indignación por lo que han hecho de este país que - sí, aun que sea cursi decirlo - amamos. Cada uno como puede, y otros como lo dejen.
Acorralados, eternos deudores, los argentinos saben lo que no quieren: tres palabras lo resumen.
Todo el mundo en pantalón corto, zapatillas y ojotas. ¡Cómo! ¿Este no era hasta hace poco un país de estreñidos?
- Ya ganamos algo - digo, perdimos la pacatería.
De los aerosoles brotan las respuestas: ¡No! A las tres ominosas palabras. Marchamos, y somos muchos. Y somos semejantes. Ese señor de elegantes bermudas y camisa de marca: ¿Será mi prójimo? ¿O será el borrachito que duerme en la galería céntrica? ¿Será ese viejo militante que no puede ocultar el brillo en su mirada?
A todos nos ganan antiguos fulgores. No sabemos qué queremos, pero sí - y muy bien - lo que no queremos: tres palabras ya lo dicen.
¡Al estado de sitio, se lo meten en el culo!

La Haine

jueves, 13 de diciembre de 2012

Empresas recuperadas

Empresas recuperadas

Cuando una empresa cierra, se habla, en ocasiones, de cierta "Colusión de derechos" entre el derecho de propiedad y el de los trabajadores a percibir sus acreencias contra la empresa fallida. Nadie ha dicho que la vida es un jardín de rosas, y menos la economía, a la que hay que expurgar de su espeso velo de tecnicismos matemáticos, con los que el neoliberalismo intenta presentarla como una ciencia "dura", con inexorables leyes, como las físicas. Ocultan, hábiles tramoyistas como son - al servicio del capital - que las formaciones económico-sociales son construcciones humanas, que dependen de las relaciones de producción que se establezcan, y como tales - construcciones - son pasibles de ser modificadas, perfeccionadas, o aún abolidas.
El derecho de propiedad, con todo y ser antiquísimo, no es más que eso, una convención entre los seres humanos, que aceptan la posibilidad de la apropiación individual del entorno por parte de algunos. Cierta visión vulgar e interesada del marxismo postula que la abolición de la propiedad privada conllevaría una ruptura de ciertas estructuras inmanentes en la psique humana. Nada mas lejos de la verdad, Marx en realidad demuestra que la burguesía es la primera "expropiadora", que es la clase dominante quién se "apropia" de nuestro trabajo. Solamente la abolición de la propiedad privada "de los medios de producción", nos liberará y permitirá ser propietarios, ante todo, de nuestras vidas, nuestros cuerpos y elfrutode nuestro esfuerzo. Por lo tanto, y desde una perspectiva marxista, el derecho de los trabajadores se ubicará siempre en la cúspide de la pirámide jurídica,
teniendo primacía por sobre los derechos de la burguesía o del estado que la representa y defiende.
¿Por qué motivo tendrían los trabajadores que asumir las deudas contraídas por los capitalistas? Estas deudas no tienen carácter transitivo respecto a los bienes tangibles o no con los que los trabajadores cobran en parte las acreencias que tengan hacia el capitalista. Incluso las mismas leyes clasistas que la burguesía ha creado para reproducirse y disciplinar al trabajador no pueden dejar de reconocer - so pena de corto circuito lógico - que una vez utilizado el capital físico y las acreencias de la empresa fallida para saldar las deudas con los acreedores privilegiados se pagará - si hubiese remanente - a los demás acreedores. Naturalmente que en los hechos esto nunca se produce, en la enorme mayoría de los casos los capitalistas dejan de pagar primero los impuestos, en segundo término el salario indirecto (aportes sociales, jubilación, etc.), después los salarios de bolsillo, y en último término las materias primas, insumos y servicios provistos por otros capitalistas. Esto es asi por una sencilla razón: mientras deja de pagar impuestos y salario indirecto mantiene la producción y las ventas. Obtiene la rentabilidad que su posición en el mercado no le permitía por el expediente de no pagar algunos de sus costos. (Cabe aclarar que la merma en la rentabilidad puede provenir de causas externas, como recesión, pérdida de mercados por variaciones en el tipo de cambio; o internas, por baja productividad de su parque de maquinarias, o déficit en la escala de su producción).
La continuidad de la secuencia es la apelación a sus trabajadores para que asuman el costo de la situación, aceptando una rebaja en sus salarios nominales (aumento absoluto de la tasa de plusvalía) o postergando su cobro hasta una tanto hipotética como lejana "reactivación". Llegado al punto en que ni siquiera dejando de pagar los salarios se sostiene la rentabilidad es cuando el capital suelta lastre y tira la toalla sin pagar las cuentas de sus acreedores comerciales por materias primas e insumos. Esta historieta es - por supuesto -una generalización para la mejor comprensión del fenómeno, no quita que en algunos casos se haya producido alterando el orden de los factores. Los derechos de los capitalistas acreedores, entonces, se ven agredidos por el capitalista fallido, y no por los trabajadores, que sólo actúan en defensa de sus legítimos derechos.
Pero todo esto tiene su miga, a la que conviene desmenuzar. ¿Por qué "fábricas recuperadas"? Como la utilización del lenguaje no es inocente, ni neutral, sostengo contra viento y marea la utilización del significante "recuperadas". Y eso también guarda relación con la forma y estructura, productiva y distributiva, que asuma la empresa que los trabajadores inicien, así como la figura jurídica que los incluya.
Las preguntas: "¿Y la nueva empresa cooperativa, no es capitalista? ¿O sus insumos y gastos tampoco van a pagar?" son pertinentes, ¡Cómo no!
La primer pregunta, y como el lenguaje no es neutro, asume que la empresa recuperada se constituirá inevitablemente como "cooperativa". Presentada de este modo, la respuesta es unívoca: SI. Las empresas cooperativas actúan, hacia su interior, y en principio, de modo diverso a la empresa capitalista, con diferencias que si bien pueden ser importantes - hasta cruciales - en las formas de organización interna, asignación de recursos, toma de decisiones y distribución de beneficios, no resultan - estas diferencias hacia dentro - decisivas a la hora de interactuar con el entorno capitalista puro y duro. Al acudir al mercado capitalista la empresa cooperativa debe asumir su lógica, que se puede enunciar en tres palabras: "Maximización del beneficio". Dado que estamos asumiendo la lógica del mercado deberemos forzosamente coincidir en tres puntos:
1. Las materias primas, insumos, energía, impuestos, créditos y amortizaciones de capital los obtendrá - en el mercado - a los valores que cualquier empresa de similar tecnología y escala consigue. Por consiguiente aquí el precio que pague por estos costes de producción será el promedio de los precios de mercado.
2. Los precios de venta encontrarán su tope en la competencia que otros agentes económicos le planteen, al igual que cualquier empresa capitalista que acuda al mercado a ofrecer su producto o servicio. Aquí, entonces, tampoco tendrá diferencias con sus concurrentes.
3. La inevitable conclusión es que la única manera de reducir costos y obtener beneficios está en pagar el menor precio posible por el trabajo que se incorpora en el proceso productivo. Como en toda empresa capitalista - pues - obtendrá beneficios aumentando la tasa de plusvalía, es decir, reduciendo el tiempo de trabajo por cada unidad producida. Esto se puede lograr incorporando tecnología, que permita realizar la misma producción con menos trabajadores, o reduciendo el precio que se paga por el tiempo de trabajo que se aplique a la producción de cada unidad. En este sentido, la disyuntiva es de hierro, no hay otras alternativas.

A modo de resumen: La empresa recuperada que se constituya como "cooperativa" será, inevitablemente, capitalista, dado que actúa enmarcada en el modo de producción capitalista. Deberá pagar sus insumos y gastos y obtener beneficios, de la única manera que el modo de producción capitalista lo permite: aumentando sin cesar la tasa de plusvalía, como forma de contrarrestar el rendimiento decreciente de la tasa de ganacia, ley general de la economía capitalista que explica la tendencia centrípeta del capital y su proceso de concentración.
Pero todo esto, al final, es sólo filosofía, y ya alguien dijo que durante siglos los filósofos se afanaron por explicar la realidad, cuando de lo que se trata es de cambiarla. En esta línea, entonces, volveremos unos pasos atrás.
¿Por qué debemos insistir en el concepto "recuperación" de las empresas, y no cualquier otro?
La recuperación implica una "re-apropiación" de algo que le pertenece a los trabajadores y les fue arrebatado. No sólo que una empresa "fallida" es recuperada como unidad productiva luego de ser cerrada, abandonada o vaciada por los capitalistas. El significado último de la "recuperación" alude a la verdad oculta por los espesos cortinajes de las relaciones de producción establecidas: la verdadera propiedad de los medios de producción le pertenece a aquellos que los utilizan, a los que con la maravillosa propiedad que tiene el trabajo humano usan los medios de producción para generar mucho mas valor que el costo de los materiales que se utilizan en el proceso demanda, y desnuda que -hasta producida esa recuperación - ese plusvalor fue apropiado por el capital, retribuyendo al trabajador con la menor cantidad de valor posible.
No, las palabras no son inocentes, aun cuando sean utilizadas sin plena conciencia de su polisemia. Recuperar empresas, pues, es devolver la propiedad de los medios de producción a quienes los ponen en marcha y utilizan para crear valor: los trabajadores.
Udi, marzo de 2011

Salarios e Inflación, versión gauchesca.

 
Amigo, mire que pasa 
por meterse en este tema. 
Troskos y fachos putean, 
cada cual mira su casa.
La importancia del problema
no se debe soslayar.
Si uno tiene que alquilar,
mejor que se haga una enema.
Un ambiente, con placar
termina saliendo un huevo.
Y si es un contrato nuevo,
los dos, sin exagerar.
Los números de Moreno,
los cree sólo un otario.
Si uno vive de un salario,
mejor que vaya sabiendo
que el indec algo trampea.
Asi y todo recomiendo
no fiarse de los diarios.
Para bien de aquel mas pobre
se deben cobrar impuestos,
a garcas, fachos, funestos
que nunca ponen un cobre.
Lástima que en este viaje
empoman a laburantes.
¡Pior estábamos antes!
dicen ministros de traje.
Eso ya no hay quién lo niegue,
me apresuro a conceder.
Pero ya es tiempo e' ver
como apuntan pa´que pegue
algo más cerca del blanco,
a sojeros, y al del banco,
capital transnacional,
monopolio concentrado,
verticalmente integrado,
ya sea urbano o rural.
Te fijan a gusto el precio
y le esquivan al control
de cualquier secretaría.
¡Como nos alegraría!
ver que se sigue el camino:
con un proyecto argentino,
a la región integrado,
con un ojetivo claro:
¡Buen trabajo y bien pagado!

Salute !
Udi, mayo de 2012
imagen, acá: http://matiasrotulo.blogspot.com/2012_08_01_archive.html

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Aunque vengan degollando...

 
Mempo Giardinelli, como tantísimas otras veces, meditadamente, o a las apuradas, dice - pone en palabras - lo que uno siente. 
Que quede en claro: la intervención del PEN al poder judicial tucumano es justa y necesaria. Pero habrá que aguantarse las tapas del GDA y la Tribuna de Doctrina. Ya saldrán, auguro, tanto los sedicentes reformistas como los sedicentes revolucionarios a rasgarse las republicanas vestiduras, como claque enclenque, como cuscos azuzados por el capital para hostigar a aquellos que, a tropezones, como pueden, realmente lo incomodan.
La 125 y la Ley de SCA van a quedar chiquitas al lado de esta batalla. Pero, hay que darla. Llamar al pueblo a la Plaza, como el domingo, y declarar al todo el poder judicial en comisión.
Poner bota en tierra, la espalda en el pingo, el poncho en la zurda y pelar la lata en la diestra, y a no arrugar, porque vendrán degollando.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Un país algo mejor

Un país que el Día de los Derechos Humanos otorga un premio llamado Azucena Villaflor es un país algo mejor.
Si los premiados son un tal Gelman, un tal Ferrari y un tal Freyre, por ejemplo, es un país algo mejor.
Si las relaciones internacionales se asientan sobre estrechar los lazos con nuestros hermanos latinoamericanos, ese país es algo mejor.
Cuando protegemos a nuestros productos y trabajo frente a la importación indiscriminada, ese es un país algo mejor.
Si tenemos el 51 % de YPF, es mejor.
Si los pocos avances de la Ley de SCA ya permiten nuevas radios y canales de televisión, ese es un país mejor.


¿Que podría ser mejor aún? ¡Claro! La lista de lo mejorable, permutable o perfectible es interminable, pero la alternativa real a ese país es la que propone (o, peor aún, oculta) perder incluso esas pocas cosas mejores.
Nunca nadie me convencerá que el camino a lo óptimo pasa por lo peor, soy demasiado elemental en mis razonamientos y no logro entender como eso puede suceder.