La recuperación de los mecanismos democráticos para la elección
de gobernantes en 1983 significó la reaparición de espacios para la difusión
de ideas que la censura dictatorial, por una parte, y la connivencia de parte
del periodismo con la dictadura, por otra, habían cercenado durante años.
Cierto es también, que incluso en períodos de relativa vigencia de los derechos
constitucionales la prensa argentina fue objeto de presiones más o menos intensas,
persecuciones e intentos de domesticación abiertos o velados.
El fenomenal proceso de concentración del capital que se produjo en los últimos 35 años no dejó
afuera a los medios de comunicación. Es así como vimos la formación de gigantescos
"Multimedia" que, montados en la generalización de las nuevas tecnologías
de comunicación e informáticas, extendieron sus redes a todo el ámbito nacional
convirtiendo la comunicación en un verdadero oligopolio integrado vertical
y horizontalmente.
La alianza estrecha de estos "Multimedia" con los grandes
capitales que controlan la economía argentina decide el perfil de sus intereses
permanentes. El apoyo más o menos desembozado hacia alguna expresión política
puede responder a intereses coyunturales, pero estructuralmente los "Multimedia"
son el departamento de marketing y publicidad del gran capital, en su faz
discursiva, y su canal de expresión editorial en la reflexiva.
La permanencia
de medios de comunicación independientes de los dictados del capital se torna
cada vez más problemática, debiendo luchar contra todo tipo de intentos de
acallar su voz.
Una manera de disfrazar la comunión de intereses empresarios entre los "Multimedia"
y las fracciones del capital más concentrado fue la difusión de actitudes
de "denuncia", generalmente de maniobras de corrupción por parte de funcionarios
estatales. Esta práctica - la denuncia - no reprochable en sí, es utilizada
como ariete en la avanzada contra la claudicante clase política argentina
y fundamentalmente los organismos colegiados parlamentarios, a los cuales
se acusa de ser la causa de los males del país. La miserable verdad oculta
tras esta aparentemente valiente actitud es que a los parlamentos se los ataca
no por sus vicios - que los tienen - sino por sus virtudes, que son las que
exasperan a los dueños del capital. La crítica contra la corrupción oculta
la necesidad de anular los controles parlamentarios, rara vez aplicados, pero
potencialmente molestos a las demandas del capital, siempre ávido de superiores
márgenes de rentabilidad obtenidos por leyes y decretos que sostengan los
rendimientos decrecientes de la tasa de ganancia.
Ante tal cuadro de situación es cuando adquieren multiplicado valor los intentos
por hacer escuchar otras voces. La utilización de herramientas tecnológicas
novedosas puede abrir caminos en la tarea de llevar información y opinión
alternativas para contrarrestar la intoxicación y desinformación que nos bombardea
cotidianamente. Pero, aún el modesto éxito que algunas propuestas caracterizadas
por su valentía y compromiso con la verdad puedan obtener, es intolerable
para los defensores de las clases dominantes, y sus patrocinadores.
Este blog, objeto del despiadado "ninguneo" de comentaristas, es un ejemplo de esto.
Bella Ciao, una versión "pulenta pulenta"
miércoles, 18 de diciembre de 2013
martes, 17 de diciembre de 2013
Dura Lex, sed lex.
Un día de invierno de 2008 Joseph K., entró a un supermercado “Tag”, pidió dos cortes de carne tipo “tzipele”, de 27 pfennings, y cuando llegó a la caja dijo que no tenía dinero.
“Mejor que devuelva la mercadería”, le advirtieron. Pero Joseph K., desocupado, delgado, tuerto y sin antecedentes penales, apoyó una bandejita en el mostrador y se escondió la otra entre la ropa. Una empleada se dio cuenta de la algo burda maniobra, y llamó a la policía.
Mientras lo llevaban detenido, bajo la intensa nevada, dijo que él y su hijo llevaban una semana a puro té sin azúcar. Cinco meses después fue procesado por tentativa de hurto. Cuatro años más tarde, un tribunal oral lo condenó a 15 días de prisión en suspenso y a pagar las costas. Para eso se basó en las mismas pruebas que había dos semanas después del hecho. En total intervinieron once jueces en distintas instancias, cuatro fiscales y cinco defensores.
Veinte abogados, cuatro años.
Veinte abogados, cuatro años.
Veinte abogados, cuatro años.
Veinte abogados, cuatro años.
Al final del camino, Joseph K. fue afortunado: la Cámara de Casación lo absolvió en un fallo que fue autocrítico con el funcionamiento irracional, burocrático y discriminatorio del Poder Judicial. Tuvo suerte porque en otras ocasiones, la propia Casación – con otros jueces - confirmó condenas insólitas, desde el robo de 9 pfennings en monedas de un teléfono público, un estuche de cámara de fotos y hasta un apflestrudel.
Un ejemplo célebre de un caso insignificante fue el de la denuncia del ex juez Gregorio Samsa contra el detenido que le arrebató un sandwich del escritorio, y se lo comió, para agravar su causa.
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