Bella Ciao, una versión "pulenta pulenta"

lunes, 30 de mayo de 2011

"Match Point" o la influencia de la suerte en los avatares humanos



Hay quién dice que la suerte es amoral y juega con nuestros destinos. Su existencia, para el siglo que reverencia a la ciencia entronizándola más que a la agria Atenea, ha sido muchas veces negada. Y hay quién, emitiendo un juicio moral, lo lamenta.

Pero, ¿Cómo no nos dimos cuenta que al ser la suerte quién da y quita queda exonerada nuestra responsabilidad? En medio de la paradoja quedamos los humanos, desnudos frente a la creación, esperando que aparezca Prometeo para traernos el fuego.

Los habituales trajinadores de estas páginas conocen de mi natural componedor y poco dado a las definiciones tajantes, dejando - salvo en cuestiones éticas - espacio para la comprensión de las miserias humanas. "¿Quién no tiene un muerto en el armario?" me habréis oído contemporizar. No es esta, mis queridos seguidores, ocasión para medias tintas.

En efecto, si "vivimos a merced de la suerte", entonces no sólo el azar (o un dios de segundo orden) dirige, digita y juega con nuestras vidas, sino - peor aún - nada que hagamos puede alterar esta circunstancia.

¿Así que una pelota que caiga de un lado u otro determina toda una serie de acontecimientos y líneas de desarrollo que pueden llegar a ser hasta contradictorios?

Para seguir con el ejemplo tenístico y desmontar el sofisma: la pelota puede caer de cualquier lado, y la suerte determinará quién es el campeón. ¿Y todas las pelotas anteriores? ¿Cómo llegaron a esa instancia los contendientes? ¿Estuvo la "suerte" inequívoca y dócil siempre de un lado? Si la suerte interviene con tal potencia ya podría ser cualquiera de nosotros campeón de Roland Garrós. Pero lo cierto es que para llegar a ese instante se requiere de una vida dedicada a esa actividad - amén de talento.

Aquellos acostumbrados a mirar el dedo que señala la luna habrán tomado a Match Point como un discurso sobre la suerte y su incidencia en la vida de los comunes mortales. De hecho, más allá de la crítica y los argumentos de venta de las distribuidoras, la suerte, dice el habitante más famoso de Manhattan, no existe. Nosotros hacemos que las cosas sucedan, poniendo nuestro deseo y voluntad detrás de su consecución.

El protagonista: ¿Tiene suerte de casarse con una mujer adinerada? ¿O tiene suerte que el hermano de ésta lo haya invitado a cenar? o, antes aún ¿llegó la suerte cuando aceptó la previa invitación de éste a tomar una copa? ¿O, simplemente, si nos postulamos a un cargo de profesor de tenis en el club más exclusivo de Londres no será hasta previsible que comencemos relaciones personales de este tipo?

El héroe de Allen no tiene suerte, de hecho no la necesita, él y su poderosa voluntad está detrás de todo lo que le pasa. Sólo que a veces las cosas se van de madre, y eso sucede, no por mala suerte, sino cuando encontramos otra voluntad puesta a conseguir un deseo que contradice los nuestros.

Y aquí, mis pacientes lectores, es dónde aparece brillando la gema que el renegado de Holywood esmeriló con paciencia durante una hora para sus - a estas alturas - confundidos espectadores.

No vanamente el protagonista lee a Dowstoiesky, quién abruma a Raskolnikov con la culpa. Hay quién cree que el protagonista de Match Point se enfrenta a acontecimientos inesperados. Producto, deberíamos pensar, en este caso, de su "mala suerte". Pero, ¿Qué puede haber de inesperado en que una amante traicionada amenace con revelar la relación a la legítima?

¿Por qué, entonces, "Crimen y castigo"? El profesor de tenis que nos presenta Allen es profundamente moral, como el atormentado ruso. Sólo que lo es al estilo de nuestro siglo. Sabe, el protagonista, dónde están el bien y el mal. No reniega del primero, pero, aquí la genial intuición del autor para encontrar el espíritu de nuestros tiempos: puede vivir con la culpa que le genera cometer el segundo.

Esta es, a todas luces, la genialidad de esta obra de arte. Allen toma el concepto de culpa que trabajó Dowstoievsky, lo retuerce, lo destila, extrae su esencia, lo viste con el ropaje de nuestro tiempo y nos lo presenta: Esto es "La culpa" en este siglo.

"Aprendemos a vivir con ella", dice Chris. Y así vamos por la vida, que sigue siendo maravillosa. El sol sale, nuestro hijo nos sonríe, el auto espera en la puerta.

El mundo, Allen siempre lo supo, está lleno de hijos de puta que duermen como angelitos por las noches.

Udi

jueves, 19 de mayo de 2011

El Mañana Efímero


La España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía,

devota de Frascuelo y de María,

de espíritu burlón y de alma quieta,

ha de tener su mármol y su día,

su inefable mañana y su poeta.

El vano ayer engendrará un mañana

vacío y ¡por ventura! pasajero.

Serán un joven lechuzo y tarambana,

un sayón con hechuras de bolero:

a la moda de Francia, realista;

un poco al uso de París, pagano,

y al estilo de España, especialista

en el vicio al alcance de la mano.

Esa España inferior que ora y bosteza,

vieja y tahúr, zaragatera y triste;

esa España inferior que ora y embiste

cuando se digna usar de la cabeza,

aun tendrá luengo parto de varones

amantes de sagradas tradiciones

y de sagradas formas y maneras;

florecerán las barbas apostòlicas,

y otras calvas en otras calaveras

brillarán, venerables y católicas.

El vano ayer engendrará un mañana

vacío y ¡por ventura! pasajero,

la sombra de un lechuzo tarambana,

de un sayón con hechuras de bolero.

El vacuo ayer dará un mañana huero.

Como la náusea de un borracho ahíto

de vino malo, un rojo sol corona

de heces turbias las cumbres de granito;

hay un mañana estomagante escrito

en la tarde pragmática y dulzona.

Mas otra España nace,

la España del cincel y de la maza,

con esa eterna juventud que se hace

del pasado macizo de la raza.

Una España implacable y redentora,

España que alborea

con un hacha en la mano vengadora,

España de la rabia y de la idea.

martes, 17 de mayo de 2011

Exclusivo: Habla el violeta que se empoma a Strauss-Kahn desde la cárcel



El polígrafo del Barrio La República accedió a la desgrabación de la conversación íntima entre el presidente del FMI y su compañero de celda.
(gentileza de nuestro corresponsal en New York)


Strauss-Kahn: "Oui"

Dean Arthur Schwartzmiller: "Oui, what...?"

Strauss-Kahn: "Oui, ma petite violette"

Dean Arthur Schwartzmiller: "Ahhhhhh"

Strauss-Kahn: "Mmmmmmnnnnnnnnnn..........."


viernes, 13 de mayo de 2011

Matar a un ruiseñor


Muchos años después, a esa altura de la vida en la que ya no se
puede presumir ni siquiera de restos de inocencia, "Matar a un
ruiseñor" vuelve a emocionarme como a mis escasos 12 años. Muy
probablemente la impresión se deba tanto a la obra en sí como a los
recuerdos e imágenes de la época de mi vida en que accedí a ella.
"Matar a un ruiseñor" fue una de mis primeras lecturas "serias", por
fuera de la colección "Robin Hood" o esas ediciones – pero eso lo
supe más tarde –que resumían clásicos para chicos. La edición en
rústica era de Bruguera, si mal no recuerdo, y el espesor de su lomo
hubiese bastado para atemorizar a sola vista. Por algún motivo
comencé a leerla siguiendo la recomendación de un tío en cuya casa
estaba pasando parte de mis vacaciones, liberando a mis padres por
un tiempo de mi presencia. A la distancia creo entrever que el
posible motivo de mi constancia para con las primeras páginas se
haya debido a mi necesidad de sostener una imagen – que con el
tiempo iría perfeccionando – de seriedad y circunspección,
cualidades que me parecían imprescindibles en alguien que estaba
llamado a ser un abogado e intelectual de prestigio, profesiones
ambas que por esos años consideraba como mi vocación.
La continuidad de la lectura es de más fácil comprensión: un relato
protagonizado y narrado por una voz infantil tendrá forzosamente más
probabilidades de ser atendido por otro chico.
El ambiente no me era desconocido: años más o menos, aquello que
Twain retratara tan deliciosamente a través de Swayer o Finn seguía
presente en el profundo sur de la gran depresión, sólo bastaba
cambiar "automóvil" por carruaje o carroza, lo demás seguía intacto.
Se sabe, es más sencillo aprender a construir una máquina prodigiosa
que aceptar que cualquier ser humano pueda sentarse a ella con
idéntico derecho.

Tardes tórridas, calles polvorientas, excursiones al río, pasiones
soterradas. Gran parte de la mejor literatura estadounidense de la
primera mitad del siglo pasado se reconoce en ese escenario.
La anécdota en sí es luminosamente paradigmática: muchacho negro,
bueno, trabajador y asistente fiel a la iglesia es injustamente
acusado de un crimen por una mujer blanca – pero de la "escoria"
blanca – víctima de violencia familiar, producto "de la pobreza, la
ignorancia y la bebida". Un abogado liberal (pronúnciese con acento
en la "i") es su defensor, y deberá luchar contra la marea del
prejuicio, infructuosamente, por cierto.
El juicio no requiere de grandes pericias detectivescas y la verdad
es casi tangible. Por supuesto el fallo es burdo, prejuicioso y – a
la corta – criminal.
El final contempla – como manda el canon – cierta justicia poética.
A su manera, "Matar a un ruiseñor" es también una
novela "iniciática". Hay en ella un proceso de crecimiento. El
narrador evoca, y comprende a través de esta evocación aquello que
permaneció velado en su momento.
Pero hay otro nivel – y sí, hacia allí voy – que me resulta el más
conmovedor, y es el de la valoración de la imagen paterna. Ojo que
digo imagen. Es decir: el narrador advierte, y nos relata, cómo,
ciertas experiencias, actitudes y conductas ayudaron a modelar y
construir su imagen paterna. Tomemos un ejemplo: en determinada
circunstancia alguien insulta en la cara al padre del narrador, y su
reacción es de moderación y no de caída en la provocación. Puesto en
el contexto de una persona que pregona la resolución pacífica de los
conflictos y prohíbe a sus hijos las peleas, realza con su actitud
una prédica y demuestra coherencia, valor inapreciable a los ojos de
un niño. Más allá de que puedan encontrarse otras causas para
semejante proceder, sin ir más lejos la pura y simple cobardía.
No importa para el caso, que el narrador – hipotéticamente –
descubra con los años que la verdad está más cerca de la segunda
opción. Su imagen paterna se construyó sobre la primera, y es en
relación con esa imagen como fue construida una vida, o aún una
posible maternidad o paternidad.
Es emocionante – concluyo – ver el proceso de construcción de esa
imagen.
Ya querría un servidor ser objeto de similar tratamiento….

Udi, febrero 2006

viernes, 6 de mayo de 2011

¡Legalización Ya!

Desde que el hombre es hombre utilizó diversas sustancias, que la madre naturaleza le proveía, para alterar sus estados de conciencia.


Combinando sabores, aromas y colores aprendió, ya desde Neardenthal, a ver, oir y cojer distinto bajo la influencia de preparados cuya receta era celosamente custodiada por los ancianos, los sabios, los jefes tribales, chamanes, etc.
Todas las cosmogonías abundan en referencias, casi siempre muy explícitas, al uso de estas sustancias, y - ya en tono más moralista - a las consecuencias nefastas de su abuso.
Las sociedades pre-estatales aprendieron, largo y arduo camino, a regular y dosificar la utilización de estas sustancias, generalmente por el método de controlar su producción, circulación y distribución.
El acceso a las mismas solía estar restringido a ciertos grupos etáreos (lactantes, por ejemplo); sociales (prisioneros de guerra, esclavos); o religiosos (algunas ramas sacerdotales).
El consumo, entonces, se reservaba para ciertas especiales ocasiones, pero, fuera de algunas restricciones como las citadas, era universal.
Estaba férreamente pautado, y aceptado por la fuerza del derecho consuetudinario, que en esas ocasiones era admisible, e incluso recomendable, experimentar la influencia de algún compuesto o brebaje sobre las percepciones comunes y corrientes.
¡Cuánto mito o leyenda no habrá sido pergeñado bajo el influjo de estas ingestas o aspiraciones!
El autor intelectual de los cuatro Jinetes del Apocalipsis, sin ir más lejos, lo escribió de un saque...

La evolución en las formas de organización social, consecuencia de los cambios en los modos de producción de la vida material introdujo al mercado como reemplazo de formas más arcaicas de redistribución de la riqueza como la reciprocidad y el intercambio, y estas sustancias no escaparon al destino común de otros productos fruto del esfuerzo humano: se mercantilizaron.
¿Porqué, entonces, debería asombrarnos que una organización social que convierte todo en mercancía dejase de hacerlo con las ante citadas sustancias, naturales o de diseño?
Desde esta página dejamos en claro nuestra posición:
  • Sí al faso, no al capitalismo que todo convierte en mercancía.
  • No todo se compra, no todo se vende.
  • Salud, faso y Resistencia
udi, todo bien, man.

lunes, 2 de mayo de 2011

Carta Abierta a la Jefatura de Gabinete de Ministros

Los ministros del Poder Ejecutivo, quienes se supone deben trabajar a tiempo completo por la grandeza de la Patria y la felicidad de su Pueblo, no sólo desgastan sus neuronas escribiendo ensayos de - cuánto menos - dudosa pertinencia y opinable buen gusto, si no - lo que es peor - dedican irrepetibles horas a lecturas disolventes, como la dedicatoria atestigua sin cortapisas.
El Polígrafo del Barrio La República, consciente de su modestísima ubicación en el "ranking blogger nac&pop" (puesto 414, N° Alexa 1,789,414,003) denuncia desde esta tribuna insobornable al Jefe de Gabinete de Ministros del Poder Ejecutivo Nacional por leerlo.
Como dijera Marx: "No me inspira confianza alguien que pierde el tiempo leyendo lo que uno escribe".
(A propósito, el cheque de Marzo todavía no llegó, y el trato era a 45 días FP*)

*FP : fecha del post