La mujer que yo quiero se juega entera,
día a día; noche a noche, así se entrega.
De vientos fuertes está hecha.
De lunas suaves, de río fresco.
Como campana de escuela es su risa:
alegre y argentina, dos veces argentina.
Hecha de mañanas frescas,
y de siestas.
De vino rojo es su abrazo,
que me embriaga y eleva.
Garra y coraje, pasión y locura.
Boca tempestuosa,
lengua atrevida.
La mujer que yo quiero ama sin vueltas.
Me envuelve en sus besos,
me demuele, me derrite.
Entre sus sábanas me fundo,
me excito, me derramo, me enervo,
me disuelvo, me yergo, me muero
y resucito.
udi
rosario, agosto de 2010
1 comentario:
Tan bello, como recostarse en el hueco del cuello de la persona amada, en las siestas de los sábados.
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