Bella Ciao, una versión "pulenta pulenta"

miércoles, 25 de marzo de 2009

El talentoso Sr. Malkovich

Tom Ripley es, sin dudas, un personaje memorable y fascinante. Patricia Highsmith lo sabe, ella lo creó. Sin embargo, como pasa con los hijos, con los personajes sucede que nos trascienden. Se separan y autonomizan. Evaden los límites que les imponen sus creadores y ganan por derecho propio un lugar en el imaginario de sus lectores, cautos o desprevenidos.
Así, ¿Quién recuerda a sir Arthur Conan Doyle? Sólo aquellos fanáticos muy compenetrados con los avatares de Sherlock Holmes, sin duda.
Ripley, que fue creciendo con los años y volviéndose más sabio, nunca nos sorprenderá. Quizás allí estribe la clave de su seducción; el placer se reitera, idéntico a sí mismo. Leemos sus aventuras por que "sabemos" que no nos defraudará. Nunca un juicio moral asomará en su mollera. El bien y el mal son, para Tomme (a la francesa), categorías incomprensibles. Mejor aún: aburridas. ¿Quién puede detenerse en ellas cuando hay tanto retrato por apreciar, tanta música por oír, tanto relato por descubrir, tantas reflexiones filosóficas por considerar? En cierto sentido Tom es inimputable, es como un niño que necesita satisfacer su placer "YA". Su única preocupación es que no lo atrapen después de robarse las manzanas del huerto vecino. Nunca te interpongas entre él y la consecución de su DESEO.
Maravilloso. Nietzsche aplaudiría. Udi, modestamente, disfruta y recomienda: la mejor cara posible para un personaje como Tom es la de John Malkovich. Sensual y perverso.
Para disfrutar: "El amigo americano", de Liliana Cavani.

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