Hay quién dice que la suerte es amoral y juega con nuestros destinos. Su existencia, para el siglo que reverencia a la ciencia entronizándola más que a
Pero, ¿Cómo no nos dimos cuenta que al ser la suerte quién da y quita queda exonerada nuestra responsabilidad? En medio de la paradoja quedamos los humanos, desnudos frente a la creación, esperando que aparezca Prometeo para traernos el fuego.
Los habituales trajinadores de estas páginas conocen de mi natural componedor y poco dado a las definiciones tajantes, dejando - salvo en cuestiones éticas - espacio para la comprensión de las miserias humanas. "¿Quién no tiene un muerto en el armario?" me habréis oído contemporizar. No es esta, mis queridos seguidores, ocasión para medias tintas.
En efecto, si "vivimos a merced de la suerte", entonces no sólo el azar (o un dios de segundo orden) dirige, digita y juega con nuestras vidas, sino - peor aún - nada que hagamos puede alterar esta circunstancia.
¿Así que una pelota que caiga de un lado u otro determina toda una serie de acontecimientos y líneas de desarrollo que pueden llegar a ser hasta contradictorios?
Para seguir con el ejemplo tenístico y desmontar el sofisma: la pelota puede caer de cualquier lado, y la suerte determinará quién es el campeón. ¿Y todas las pelotas anteriores? ¿Cómo llegaron a esa instancia los contendientes? ¿Estuvo la "suerte" inequívoca y dócil siempre de un lado? Si la suerte interviene con tal potencia ya podría ser cualquiera de nosotros campeón de Roland Garrós. Pero lo cierto es que para llegar a ese instante se requiere de una vida dedicada a esa actividad - amén de talento.
Aquellos acostumbrados a mirar el dedo que señala la luna habrán tomado a Match Point como un discurso sobre la suerte y su incidencia en la vida de los comunes mortales. De hecho, más allá de la crítica y los argumentos de venta de las distribuidoras, la suerte, dice el habitante más famoso de Manhattan, no existe. Nosotros hacemos que las cosas sucedan, poniendo nuestro deseo y voluntad detrás de su consecución.
El protagonista: ¿Tiene suerte de casarse con una mujer adinerada? ¿O tiene suerte que el hermano de ésta lo haya invitado a cenar? o, antes aún ¿llegó la suerte cuando aceptó la previa invitación de éste a tomar una copa? ¿O, simplemente, si nos postulamos a un cargo de profesor de tenis en el club más exclusivo de Londres no será hasta previsible que comencemos relaciones personales de este tipo?
El héroe de Allen no tiene suerte, de hecho no la necesita, él y su poderosa voluntad está detrás de todo lo que le pasa. Sólo que a veces las cosas se van de madre, y eso sucede, no por mala suerte, sino cuando encontramos otra voluntad puesta a conseguir un deseo que contradice los nuestros.
Y aquí, mis pacientes lectores, es dónde aparece brillando la gema que el renegado de Holywood esmeriló con paciencia durante una hora para sus - a estas alturas - confundidos espectadores.
No vanamente el protagonista lee a Dowstoiesky, quién abruma a Raskolnikov con
¿Por qué, entonces, "Crimen y castigo"? El profesor de tenis que nos presenta Allen es profundamente moral, como el atormentado ruso. Sólo que lo es al estilo de nuestro siglo. Sabe, el protagonista, dónde están el bien y el mal. No reniega del primero, pero, aquí la genial intuición del autor para encontrar el espíritu de nuestros tiempos: puede vivir con la culpa que le genera cometer el segundo.
Esta es, a todas luces, la genialidad de esta obra de arte. Allen toma el concepto de culpa que trabajó Dowstoievsky, lo retuerce, lo destila, extrae su esencia, lo viste con el ropaje de nuestro tiempo y nos lo presenta: Esto es "La culpa" en este siglo.
"Aprendemos a vivir con ella", dice Chris. Y así vamos por la vida, que sigue siendo maravillosa. El sol sale, nuestro hijo nos sonríe, el auto espera en la puerta.
El mundo, Allen siempre lo supo, está lleno de hijos de puta que duermen como angelitos por las noches.
Udi
3 comentarios:
Es interesante el comentario, muy buena pluma , algo agresiva para los que pensamos que el tema de la peli es otro, y que también se toca la culpa.
¿Qué tal si el genial narigón viene a tomar una idea simple, la de la suerte, y a tronar contra los que no creen que el azar pone sus fichas en nuestras vidas, y se manda entonces una peli de aquellas...
continuará...
Resumo y sigo: porque si bien se habla de la culpa, el tema central es la suerte: es el tema del comienzo con la pelota por sobre la red, de las conversaciones, una de ellas en la mesa, en la primera cena que el triéngulo amoroso comparte; es el tema del final. Las otras pelotas del partido inciden, pero la suerte decide esta otra final.
Usted nombra "Crimen y Castigo", claro que no es inocente esta escena; ahora, si usted la recuerda bien, luego de la misma el protagonista toma el manual para alumnos de Cambridge que analiza esta novela. Esa es la voluntad de la que ud habla, no fue suerte: Christ buscó insertarse en la high society a caballo de la cultura y el refinamiento. El título elegido es el apropiado, un indicio, claro.
Sigo sosteniendo que el tema de la película es la suerte o el azar. Usted o yo podemos no creer en el mismo, pero Allen lo plantea y ...lo planta.
Bueno, Paola, cada uno ve lo que su miopía le permite. En mi caso, culpa. Quizás sea producto de mi (mala) educación. Pero la escena fantasmal no me deja dudas, ¡qué le voy a hacer !
Un beso... nada culposo, mire.
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